Ciudades bosque como medida para limpiar el aire en China

El proyecto consiste en la construcción de dos arboedificios, cercano el uno al otro, donde árboles, plantas y arbustos cubrirán 65.000 pies cuadrados de fachada. Para ello, se calcula que se plantarán más de 1000 árboles, de 23 especies diferentes, y más de 2.500 arbustos. El uso exclusivo de especies nativas ayudará a regenerar la biodiversidad local.

La torre más alta tendrá 200 metros de altura, y 35 plantas, y albergará oficinas, un museo, una escuela de arquitectura verde y un club privado. La segunda torre, de 108 metros de altura, será un hotel con 247 habitaciones y con una piscina en la azotea. En su base, ambas alojarán tiendas, restaurantes y salas de conferencias.

El objetivo final es reducir la grave crisis de contaminación atmosférica de China de la mano de unos gigantes verdes diseñados para limpiar el aire. Así, se calcula que las Torres de Nanjing podrán absorber unas 25 toneladas de CO2 al año, y que generarán unos 60 kg de oxígeno diarios, equivalente al que producen unos 6000m2 de bosque. Estarán ubicadas en una de las 25 ciudades más contaminadas de China, según Greenpeace, y que ha llegado a niveles por contaminación de partículas suspendidas hasta doce veces más altos que los límites de establecidos por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La finalización del proyecto está prevista en 2018. Pero Stefano Boeri no sólo ha manifestado su intención de replicar estos bosques verticales en otras ciudades de China- en concreto en Shijiazhuang, una de las diez ciudades chinas más contaminadas, Liuzhou, Shanghai, Guizhou y Chongqing. Sino que pretende ir más allá, y para 2020 se propone crear ciudades bosque donde sean un total de entre 100 y 200 edificios los que, de tamaños diversos, cubran sus fachadas con árboles y plantas. Un enorme desafío para un país donde la contaminación atmosférica alcanza niveles alarmantes.

Y es que, efectivamente, se calcula que un tercio de las muertes en China se debe a esta causa. Y que el 80% de las ciudades chinas superan los límites de calidad del aire establecidos por el gobierno. Ejemplo de ello, la nube tóxica de smog que el pasado mes de diciembre afectaba a casi una sexta parte de todo el territorio chino, unos 1,4 millones de kilómetros cuadrados. Y su origen se encuentra fundamentalmente en las industrias, en el uso de fuentes de energía fósil (el carbón cubre el 66% de la demanda energética), y los motores de los vehículos en las grandes ciudades.

Tras numerosas alertas rojas por contaminación, las grandes ciudades chinas parecen contemplar la necesidad de introducir proyectos a mayor escala. Y a la ciudad de Pekín, en otoño de 2016, también llegó la propuesta del artista y diseñador holandés Daan Roosegaarde. Una torre de más de siete metros de altura que succiona unos 30.000 metros cúbicos de aire cada hora y aspira las partículas contaminantes, liberando un aire un 75% más limpio. Se trata, afirman sus impulsores, del purificador más grande del mundo que funciona, además, con energía eólica. No se concibe, sin embargo, como la solución al problema de la contaminación sino como una mitigación complementaria a medidas adicionales que serán sin duda necesarias.



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