El dióxido de carbono ha estado presente en la Tierra de forma natural desde hace algunos millones de años pero nosotros los humanos contribuimos en gran medida a su producción. El CO2 antropogénico, es decir, el que se emite gracias a las actividades humanas, se concentra en un 50% en la atmósfera, la otra mitad se acumula en los bosques y masas de agua.
Si bien el secuestro de carbono en el mar es un proceso natural, al ser tan grandes las cantidades de éste, se desata una reacción en cadena que a la fecha está costando trabajo frenar. Al ponerse en contacto el CO2 con el agua de mar se transforma en ácido; en las últimas 3 décadas la acidificación del Mediterráneo aumentó un 10% y se prevé que en 4 décadas más crezca hasta en 30%.
Las acciones para frenarlo son lentas y la amenaza crece demasiado rápido. Tanto la biodiversidad como las actividades turísticas y pesqueras se encuentran en peligro pues, a medida que el proceso avanza, la población de peces y moluscos se reduce mientras la de medusas aumenta.
Por si la acidificación del mar no fuera suficiente, los efectos del calentamiento del agua están haciéndose presentes y ambos fenómenos crecen de manera tan rápida que de no tomarse medidas ahora, difícilmente se podrá hacer en el futuro. Tan sólo en los últimos años el agua del Mediterráneo ha aumentado 0,67 grados y de seguir así, para 2050 la temperatura habrá aumentados entre 1 y 1,5 grados.
La concentración de ácido y aumento de temperatura en el agua afectará al fitoplancton y zooplancton, es decir, la principal fuente de alimento de la mayoría de los peces. Al reducirse la cantidad de peces, el escenario para las medusas es ideal. Ellas perderían a sus depredadores naturales y soportan la acidificación del mar y altas temperaturas tan bien que no tendrían problema para dominar los mares.
Para el turismo, el aumento de medusas reduciría el número de viajeros en un 3% a 10,5% al menos en la costa de Israel, lo que trae grandes pérdidas económicas para la región afectando gravemente la economía, sobre todo si ésta se basa en el turismo. El verano, cuando más gente sale de vacaciones es precisamente la más peligrosa, pues la mortalidad de las especies es más alta a consecuencia del aumento de temperatura.
Los gobiernos del mundo deben tomar medidas inmediatas pero no olvidemos que parte de este dióxido de carbono también lo producimos nosotros de manera individual, así que nos toca una parte de la responsabilidad. Hay varias medidas que podemos tomar para hacerlo y tienes grandes razones, sobre todo si la playa en verano es lo tuyo.