Los países de la Unión Europea dieron el pasado viernes su aprobación final a la norma que incluirá a partir de 2012 a la aviación civil en el sistema comunitario de comercio de emisiones de CO2 con el objetivo de que este sector contribuya también a la lucha contra el cambio climático. Ello significa que se fijará un tope de permisos de contaminación a las aerolíneas basado en el promedio de emisiones entre 2004 y 2006, y las que superen el límite tendrán que comprar derechos suplementarios en el mercado a otras industrias.

La nueva normativa se aplicará desde un primer momento a todos los vuelos que aterricen o despeguen en aeropuertos de la UE, ya sean de compañías aéreas europeas o extranjeras, para evitar discriminación. Finalmente, se ha descartado la propuesta de la Comisión, que consistía en introducir el sistema de manera escalonada: en 2011 sólo para los vuelos intracomunitarios y en 2012 para los que se realizan fuera de la UE.

La mayoría de los permisos de emisión se distribuirán entre las compañías aéreas de manera gratuita, pero un 15% del total se subastará. El compromiso final reconoce que son los Estados miembros los que deben decidir qué hacer con los ingresos, pero recomienda que se dediquen a combatir el cambio climático. Los Gobiernos deberán informar al Ejecutivo comunitario de las iniciativas que han adoptado para cumplir este objetivo.

Según la nueva directiva, en una primera fase (2012) la cantidad asignada a las compañías aéreas corresponderá al 97% de las emisiones del sector de la aviación entre 2004 y 2006. A partir de 2013, esta cantidad descenderá hasta un 95%. Esto quiere decir que en 2012 el objetivo de reducción de emisiones procedentes de la aviación será de un 3% con respecto al periodo 2004-2006 y a partir de 2013 este porcentaje aumentará hasta un 5%.

Los topes a las emisiones no se aplicarán a los vuelos dentro de las regiones ultraperiféricas, como las islas Canarias, que estén sometidos a obligaciones de servicio público (que según el Gobierno son el 90%). También se contemplan excepciones para los aviones dedicados a investigación. El compromiso final establece sin embargo que los aviones que transporten a miembros de la realeza, jefes de Estado o de Gobierno y ministros de la UE tendrán que respetar también los topes. Sin embargo, la norma no se aplicará al transporte de los mandatarios extranjeros que visiten territorio comunitario.

Finalmente, se contempla la posibilidad de modificar el sistema si se llega a un compromiso internacional o bilateral con Estados Unidos para reducir las emisiones de los aviones.

Las emisiones del sector de la aviación representan el 3% del total y el 12% de las que produce el sector del transporte. No obstante, aumentan de forma mucho más rápida que las de otros sectores. Las emisiones de la UE debidas a los vuelos internacionales subieron un 73% entre 1993 y 2003 y, según las proyecciones, este incremento llegará al 150% en 2012 si no se toma ninguna medida, y anulará un cuarto de la reducción del 8% a la que la UE se ha comprometido en el protocolo de Kioto.

Por ejemplo, un viajero en un vuelo de ida y vuelta entre Londres y Nueva York genera el mismo nivel de emisiones que la calefacción para una persona durante todo un año.

Con esta norma, la Comisión espera que en 2020 las emisiones de CO2 de los aviones se reduzcan en 183 millones de toneladas, lo que significa una disminución del 46% respecto a una situación en la que no se introdujera ningún cambio. Esta cifra equivale, por ejemplo, al doble de las emisiones anuales de Austria de todas las fuentes. Algunas de las reducciones las harán las aerolíneas modernizando su flota y otras se lograrán comprando permisos en el mercado.

De acuerdo con el estudio de impacto realizado por el Ejecutivo comunitario, si las aerolíneas repercuten plenamente los costes de su inclusión en el comercio de emisiones de la UE en el precio de los billetes, un vuelo de ida y vuelta dentro de la UE podría aumentar entre 1,8 y 9 euros. La subida de precio será mucho mayor en los vuelos internacionales, y un viaje a Nueva York podría encarecerse hasta 40 euros. Bruselas espera que de este modo la demanda de vuelos se reduzca entre un 0,1 y un 2,1%.



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