Si un país disminuye sus emisiones le puede afectar a corto plazo
Un estudio del Instituto de Investigación en Matemáticas de la Universidad de Valladolid (IMUVa) demuestra a través de un modelo teórico que los países que apuestan por reducir las emisiones contaminantes ayudan a conseguir un menor nivel de contaminación global, lo que les permite obtener un mayor bienestar a largo plazo, pero se ven perjudicados en un primer momento porque la reducción de emisiones viene de la mano de una bajada de su producción. Los países no previsores aprovechan la circunstancia para contaminar más, de manera que las cifras globales pueden incrementarse a corto plazo. Ante este resultado, los incentivos y las medidas obligatorias serían imprescindibles para disminuir la contaminación transfronteriza.
La investigación, publicada en la revista científica European Journal of Operational Research en colaboración con la Universidad de McGill de Canadá, está basada en los métodos matemáticos que se conocen como “optimización dinámica", en particular, en la teoría de juegos dinámicos, que el grupo de la investigadora Guiomar Martín Herrán está aplicando a problemas medioambientales.
Estos “juegos dinámicos" tienen tres características que se ajustan al problema de la contaminación transfronteriza. La primera de ellas es la interdependencia estratégica, es decir, que la acción de un agente económico influye en el bienestar de otros; por ejemplo, el vertido de una empresa a un río tiene consecuencias para terceros. La segunda es la influencia del paso del tiempo, ya que los problemas medioambientales son intrínsecamente dinámicos y pueden aparecer o verse modificados con los años, siendo el tiempo un elemento clave en las interacciones entre los agentes o la credibilidad de las políticas de regulación medioambiental. Finalmente, la tercera es el comportamiento estratégico de los agentes decisores en la toma de decisiones a largo plazo, un aspecto que permite dividir a los agentes entre “miopes" (los que no tienen visión de futuro) y “no miopes" (los que sí la tienen).
En este caso, cada agente es un país que debe maximizar el bienestar de sus ciudadanos jugando con dos aspectos. Por una parte, cuantos más produce, más aumenta dicho bienestar. Por otra, la producción implica emisiones contaminantes, que se acumulan en un stock de contaminación y ésta, a su vez, reduce el bienestar. Son dos fuerzas que se contrarrestan y, por lo tanto, es necesario buscar un equilibrio para conseguir el objetivo, el mayor beneficio posible para los habitantes de un país.
Los países miopes son los que se centran en los resultados a corto plazo y, por lo tanto, producen todo lo que pueden sin pensar en las consecuencias que la contaminación traerá para el futuro. Los no miopes sacrifican la producción para lograr un mayor bienestar a largo plazo a pesar de que en un primer momento pierden bienestar al producir menos bienes.
En apariencia, es de suponer que el bienestar total será mayor cuantos menos países miopes haya, pero en este trabajo “demostramos matemáticamente que no siempre es así, que esto sólo se cumple a largo plazo, porque en un primer momento cuando un país miope pasa a ser no miope y, por lo tanto, reduce sus emisiones, el resto las incrementa", explicó la investigadora en el momento de la publicación.