“El teletrabajo y restringir el número de vehículos son medidas que ayudarían a disminuir las emisiones de precursores de ozono”, aseveró el coordinador general de contaminación y salud ambiental del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático (INECC). Algunas megalópolis latinoamericanas como Sao Paulo, en Brasil, y la Ciudad de México sufren la llamada temporada de ozono; esto es la época del año con mayores concentraciones de este gas en la atmósfera y que tiene consecuencias tanto para la salud humana como para la ambiental, afectando a animales y vegetación.
El ozono, un contaminante secundario
“El ozono es un contaminante secundario, no está emitido por las fuentes principales sino que se forma a partir de precursores, otras sustancias que sí son emitidas por los vehículos, por las industrias, los hogares”, explicó el doctor en química industrial. Por ello, llamó a “evolucionar” en la disminución de estos precursores -óxido de nitrógeno o compuestos orgánicos volátiles, entre otros- proponiendo políticas como el trabajo desde casa o en su defecto los horarios escalonados para que los trabajadores no se agolpen en las carreteras a la misma hora. Otra propuesta beneficiosa sería “hacer que los trámites gubernamentales a los que se desplazan las personas puedan hacerse telemáticamente”.
La llamada temporada seca caliente
La temporada de ozono suele darse en la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) entre los meses de febrero y junio, la llamada temporada seca caliente, meses en los que se da la mayor concentración de ozono. En esta época, de acuerdo con el experto, “hay poca nubosidad y pocos vientos”, condiciones óptimas para que se forme el ozono.
La salud de las personas se ve asaltada “cuando las concentraciones son mayores a las normas de calidad del aire”, pudiendo llegar a provocar dolores de cabeza, irritación inmediata de los ojos o inclusive del tracto respiratorio. “Si las concentraciones suben en demasía puede darle a uno dolor de pecho, sentir molestias para respirar, tos, etcétera”, agregó Páramo. En personas de edad avanzada las repercusiones de estas altas concentraciones de ozono pueden agravarse. También los niños, cuyo organismo está en formación, pueden acusar más los efectos.
Los animales también sufren estas afectaciones, ya que según el experto algunos estudios han visto en pequeños animales mayor susceptibilidad a tener infecciones bacterianas. “Les debilita el organismo y son más susceptibles a contraer infecciones”, afirmó, agregando que también daña la vegetación de las ciudades, advirtiéndose necrosis en los tejidos de las plantas, que ven frenado su crecimiento debido a este fenómeno.
Ello impacta sobre todo en los cultivos agrícolas, ya que la productividad disminuye significativamente, “y eso supone menor cantidad de producto agrícola”. En el caso de Sao Paulo, llama la atención el uso desde hace años del etanol como combustible, una fuente muy grande de compuestos orgánicos volátiles que suscitan más cantidad de ozono.
Según el experto, en América Latina, históricamente, han sido “más sensibles a medir la cantidad de partículas en el aire”. “Casi en todas las ciudades de América Latina van a encontrar problemas de partículas pm 25 (partículas finas en suspensión)”, aseguró, algo que atribuyó también a costumbres que ya no se utilizan en países desarrollados, como las ladrilleras artesanales.