Cáscaras de naranja para mejorar los paisajes
La naturaleza puede resarcirse de cualquier daño provocado por el ser humano. Quien está en riesgo no es el planeta en sí, sino la vida humana en él si nuestra especie no actúa de forma responsable. La Tierra es sabia y esta historia, que se empezó a escribirse hace 20 años, es la prueba definitiva.
En 1997, 1.000 camiones llenos de cáscaras y pulpa de naranja llegaron a un área estéril en un parque nacional de Costa Rica. Los vehículos arrojaron de forma deliberada las 12.000 toneladas que transportaban sobre el yermo terreno. 20 años más tarde, la zona está cubierta de exuberantes bosques y de densos viñedos.
Un equipo liderado por investigadores de la Universidad de Princeton, EE.UU., examinó recientemente la tierra sobre la que se depositaron las cáscaras de naranja. Encontraron un aumento de 176 por ciento en la biomasa aérea -o la madera de los árboles- dentro del área de 3 hectáreas estudiada. Sus resultados se publican en la revista Restoration Ecology. Los responsables fueron los ecólogos de Princeton Daniel Janzen y Winnie Hallwachs. Ambos han centrado la mitad de su carrera en asegurar un futuro para los ecosistemas de bosques tropicales amenazados.
Una propuesta atractiva
El proyecto de conservación era experimental. Janzen y Hallwachs presentaron una atractiva propuesta a Del Oro, un fabricante de zumo de naranja, a mediados de los 90. La idea era la siguiente: si la empresa cedía parte de su terreno forestal al Área de Conservación Guanacaste, la empresa podría depositar sus residuos de cáscara de naranja para su biodegradación, sin costo alguno, en terrenos degradados dentro del parque.
Del Oro aceptó. Tras un año de la firma del contrato, la empresa descargó las 12.000 toneladas de cáscaras y pulpa. Las esperanzas de empresa e investigadores eran grandes, pero todo quedó frenado en los tribunales. TicoFruit, una compañía rival, demandó a Del Oro, argumentando que la compañía había “contaminado un parque nacional”. La empresa rival ganó el caso frente a la Corte Suprema de Costa Rica, y la tierra cubierta de cáscara de naranja fue olvidada durante los próximos 15 años.
Todo quedó frenado, hasta 2013. Timothy Treuer, coautor del estudio y estudiante de postgrado en el Departamento de Ecología y Biología Evolutiva de Princeton, y Janzen debatían el estado de la cuestión del proyecto en Costa Rica. Nadie había hecho una evaluación exhaustiva, por lo que Treuer decidió pasar por el sitio para ver lo que había cambiado en la última década.
Resultados espectaculares
La sorpresa fue mayúscula. El investigador relata que viajó dos veces a la zona porque no fue capaz de reconocerla la primera vez. “Estaba tan completamente cubierta de árboles y vides que ni siquiera podía ver la señal de más de dos metros que estaba a sólo unos metros de la carretera”, dijo Treuer. “Necesitábamos estudiar algunas métricas realmente sólidas para cuantificar exactamente lo que estaba sucediendo y para respaldar lo sorprendente que era la diferencia entre las áreas fertilizadas de las no fertilizadas”.
Para valorar los cambios que sufrió la zona, los investigadores establecieron varios transectos dentro del are que fue tratada con los desechos de las naranjas. Eran líneas paralelas de 100 metros de largo en todo el bosque, donde se midieron y etiquetaron todos los árboles a menos de 3 metros para ver cuánto crecimiento fue provocado por las cáscaras.