El calamar monóculo, dos ojos con finalidades distintas

Se le conoce como “calamar estrábico” o “calamar fresa” y desde hace años desconcierta a los biólogos por la particular configuración de su sistema visual. A Histioteuthis heteropsis se le distingue porque tiene una extraña asimetría en su cuerpo: uno de sus ojos es normal y el otro es una bola gigante que sobresale de su anatomía y brilla misteriosamente cuando se llena de luz. “Es imposible mirarlo y no preguntarte qué está pasando”, asegura la bióloga Kate Thomas, de la Universidad de Duke.

Ella y su equipo acaban de publicar un meticuloso estudio sobre los ojos de este calamar, publicado en la revista Philosophical Transactions B a partir de 150 vídeos de estos animales grabados por los equipos de filmación submarina del Instituto de Investigación del Acuario de la Bahía de Monterrey (MBARI). Con este material, los científicos han reunido las primeras pruebas de que ambos ojos evolucionaron para detectar diferentes fuentes de luz y que sirven al calamar para ver a los depredadores y detectar a sus presas en las profundidades en las que vive.

Lo que concluyen los autores, gracias a diversos programas de simulación, es que el ojo gigante se adaptó específicamente para mirar hacia arriba y detectar la sombra de las criaturas marinas contra el fondo brillante de la superficie, aunque en la zona mesopelágica en la que vive (entre los 200 y los 1.000 metros de profundidad) la luz del sol es muy escasa. El otro ojo, el más pequeño, está adaptado para mirar hacia abajo, en la zona más oscura, y detectar signos de bioluminiscencia que producen los depredadores y las presas al desplazarse.

“Las profundidades marinas son un asombroso laboratorio natural para el diseño de ojos, porque el tipo d ojos que necesitas para ver la bioluminscencia es distinto del tipo de ojos que necesitas para detectar la luz ambiental”, asegura Sönke Johnsen, autor senior del estudio. “En el caso de Histioteuthis, este calamar bizco, ha elegido un ojo para cada cosa. El ojo que mira hacia arriba, proponen los autores, es mas grande porque necesita captar más luz (lo que llega a estas profundidades es luz en el espectro del azul, muy apagada) y el ojo que mira hacia abajo capta destellos más potentes, por lo que no necesita tanta sensibilidad.

Al analizar cuidadosamente las grabaciones, Kate Thomas observó que el calamar se desplaza generalmente en una posición casi vertical y boca abajo, con el ojo gigante mirando hacia arriba y el ojo pequeño orientado hacia abajo. En las simulaciones visuales, los datos apuntan claramente a que cada ojo debe estar especializado. “El ojo que mira hacia abajo realmente solo puede buscar bioluminiscencia”, apunta Johnsen. “No hay manera de que detecte las siluetas sobre la luz ambiental. Y una vez que está buscando bioluminiscencia no tiene por qué ser especialmente grande, así que es posible que se haya ido marchitando durante generaciones. Pero al ojo que mira hacia arriba realmente sí le beneficia ser un poco más grande”.

Esta pequeña ventaja explica por qué evolutivamente estos calamares han desarrollado dos ojos tan diferentes, pues la estrategia les es verdaderamente útil para sobrevivir en un entorno donde la luz es tan escasa y hay tantos peligros que acechan alrededor, como la presencia de cachalotes y otros cetáceos que cazan cefalópodos en las oscuridad. “Los ojos son realmente costosos de hacer y de mantener”, asegura Thomas. “Quieres tener ojos solo lo suficientemente grandes para lo que necesitas, pero no te conviene tenerlos más grandes porque estarías desperdiciando recursos”.



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