Si quieres mantener a raya el azúcar y, de paso, cuidar tu figura, puedes elegir entre darte un paseo en bicicleta o meterte en una tina de agua caliente.
Porque de acuerdo con un estudio encabezado por Steve Faulkner, de la Universidad de Loughborough (Reino Unido), darse un baño caldeado resulta más efectivo que el ejercicio físico para controlar los niveles de glucosa en los pacientes con diabetes tipo 2.
A lo que se suma que, tal y como ha calculado Faulkner, en la bañera se queman 140 calorías, lo mismo que caminando treinta minutos a paso rápido.
Riesgo cardiovascular
Pero también hay contraindicaciones. Cambiar la ducha por el baño, sobre todo en los meses de invierno, puede jugar una mala pasada a nuestro corazón.
Tanto es así que el riesgo de paro cardíaco se multiplica por diez cuando nos sumergimos en agua caliente durante la estación fría, como sacaba hace poco a la luz un estudio japonés del que se hacía eco la revista Resuscitation.
Los investigadores lo achacan a que el cambio súbito de temperatura corporal -sobre todo si fuera hay pocos grados- causa una caída brusca de la tensión arterial.
Hay otras consecuencias indeseables de darse tórridos remojones. Cuando el sistema circulatorio tiene que gestionar temperaturas tan altas, los vasos sanguíneos se dilatan, la resistencia que ofrecen a la sangre baja y la tensión se nos cae por los suelos.
Esto puede causar mareos e incluso desvanecimientos, además de sensación de fatiga o intensos dolores de cabeza. Además, nuestros cuerpos sudan y pierden líquido en abundancia, aunque no nos percatemos de ello.
Fuente: Muy Interesante,