Los pingüinos han despertado la curiosidad de naturalistas desde que fueron observados por primera vez por los europeos que viajaban en la expedición de Vasco de Gama, a finales del siglo XVI. Aquellos marineros les dieron el nombre de pájaros bobos, pues aunque el pico era un rasgo delator de su condición de ave, sus andares torpes y su incapacidad para volar les hacía plantearse sus capacidades.
Los pingüinos son exclusivos del hemisferio sur y son las únicas aves que están adaptadas al buceo propulsado con alas —otras aves bucean propulsándose con las patas—. Son animales marinos obligados, es decir, necesitan pasar parte de su vida en el mar. Se alimentan exclusivamente de animales marinos, y usan el agua para moverse con mayor velocidad y soltura que por tierra, con adaptaciones similares a las de las focas y leones marinos.
Pingüinos, una historia de más de 60 millones de años
Los restos fósiles de pingüinos pueden rastrearse hasta hace unos 60 millones de años, durante el período Paleoceno. La distribución de los fósiles sugiere que, desde el origen, tuvieron un fuerte vínculo con aguas frías y templadas. La evolución de este grupo de aves transcurre de forma paralela a los cambios de patrones de las corrientes del hemisferio sur.
Los pingüinos, y de forma paralela, los cetáceos y los pinnípedos, irrumpieron con un evento de radiación evolutiva, llenando los nichos ecológicos que habían dejado vacantes en la extinción masiva de finales del Cretácico grandes reptiles marinos y otras aves marinas anteriores.
La especie fósil más antigua conocida, considerada miembro del grupo de los esfenisciformes — Sphenisciformes, término usado para designar a los pingüinos—, es Muriwaimanu tuatahi. Sus alas ya muestran ciertas adaptaciones tempranas para el buceo propulsado, aunque conserva rasgos más primitivos que comparte con las aves voladoras.
Las plumas de sus alas probablemente aún estuvieran distribuidas y especializadas como las de sus antepasados, capaces de volar. Además, tenía unas patas traseras más largas y desarrolladas que las de los pingüinos modernos, de donde se infiere que las usaban, además de sus alas, para propulsarse en el buceo.
Evolución de los pingüinos
Desde esos primeros pingüinos prehistóricos hasta los actuales, encontramos una amplia variedad de restos fósiles que describen cómo la selección natural fue favoreciendo la presencia de determinados rasgos.
Las alas van cambiando su forma y la distribución de sus plumas, desde unas alas heredadas de animales voladores, y por tanto, casi totalmente adaptadas al vuelo y con cierta capacidad para el buceo, hasta alas totalmente adaptadas al buceo. Las patas traseras fueron adoptando una posición más posterior, óptima para mantener una forma hidrodinámica.
Esto fuerza al animal a mantener una postura de reposo erguida en tierra. Para mantener un equilibrio tan precario, el centro de gravedad debe ser bajo; en consecuencia , la parte superior de las extremidades traseras termina oculta dentro del cuerpo, con las patas dobladas, y caminando en cuclillas, dando la apariencia de unas patas cortas y torpes. Sin embargo, al entrar al agua y extender las patas, con ellas se extiende el cuerpo, que pasa a tener una forma de huso.
Se estima que en el Oligoceno tardío, hace entre 23 y 27 millones de años, el aspecto general de los pingüinos era ya prácticamente definitivo; así lo muestran los fósiles del género Kairuku, cuyo plan corporal es casi idéntico al de los pingüinos modernos, y solo cambia en algunos aspectos puntuales relacionados con la forma de la cola o del pico.
Fue un proceso evolutivo largo y complejo, que dio como resultado final unas aves extraordinarias, totalmente adaptadas a la vida acuática. Pero no fueron las únicas en la historia de la evolución.
Las aves dentadas marinas del Cretácico
Aunque el pingüino tiene el título de ganador indiscutible entre las aves en la carrera por conquistar el mar, hay otros grupos con adaptaciones que los aproximan al hábitat acuático.
Anátidas, gaviotas, cormoranes, zampullines o flamencos son algunos ejemplos. Sin embargo, antes, mucho antes de que aparecieran estos grupos, a mediados el período Cretácico, otro grupo de aves ocupaba el mismo hábitat que hoy ocupan los pingüinos, salvo que, a diferencia de estos, se distribuían por el hemisferio norte: el grupo Hesperornithes, unas aves con cuello largo, incapaces de volar y adaptadas a la vida acuática.
Son el único grupo conocido de dinosaurios marinos del Mesozoico. Por un lado, todas las aves pertenecen al grupo de los dinosaurios. Y cabe destacar que otros famosos animales marinos de la época, como Mosasaurus o Ichthyosaurus, no eran, de hecho, dinosaurios.
Al igual que los pingüinos modernos, las patas estaban colocadas en una posición muy retrasada y, en reposo, las mantenían flexionadas. Para impulsarse con ellas las colocaban a los lados del cuerpo, a modo de remos, y secundariamente se ayudaban con las alas. Sus huesos eran macizos, gracias a lo cual podían evitar flotar en el agua.
Tenían la boca llena de dientes pequeños y afilados con los que cazaban peces. Lo sorprendente de este hecho es que los ancestros evolutivos más próximos de los Hesperornithes eran desdentados, por lo que ese rasgo debió de haber evolucionado secundariamente.
Convergencia evolutiva
De todos modos, todos los aspectos de similitud entre los Hesperornithes y cualquier ave moderna —cormoranes, zampullines, colimbos o pingüinos— son rasgos evolutivos adquiridos de forma independiente, es decir, por convergencia evolutiva, y no se corresponde con ninguna relación de parentesco evolutivo. De hecho, los Hesperornithes fueron un grupo muy especializado, no relacionado con las aves actuales.
Fuente: Vary (Álvaro Bayón) / Muy Interesante
Artículo de referencia: https://www.muyinteresante.es/naturaleza/articulo/por-que-no-vuelan-los-pinguinos-si-sus-antepasados-lo-hacian-411650644651