En realidad, el mérito de ser la torre más inclinada lo ostenta el Capital Gate de Abu Dabi, un rascacielos que data del año 2010.
Sus 160 metros, que lo convierten en uno de los más altos de esta boyante ciudad de los Emiratos Árabes Unidos y capital del emirato homónimo, se distribuyen en treinta y cinco plantas y se inclinan dieciocho grados hacia el oeste, efecto conseguido gracias a los avanzados sistemas tecnológicos usados en su construcción.
Este prodigio de la arquitectura moderna es un icono turístico de la urbe -a partir del piso decimoctavo es un hotel de cinco estrellas-, está anclado al suelo con 490 pilotes de unos 30 metros. El récord lo certifica el libro Guinness y desplazó al segundo puesto a las Torres KIO de Madrid, con una inclinación de quince grados.
Si solo nos refiriéramos a las torres inclinadas de forma espontánea y con ninguna tecnología de por medio, tampoco sería la de Pisa la número uno, sino la de Suurhusen, en Alemania.
Se trata del campanario de una iglesia gótica de ladrillo que fue torciéndose a causa del suelo pantanoso sobre el que fue construido: la inclinación llega a los 5,19 grados, cifra que supera en 1,22 a los 3,97 de la de Pisa.
Un terreno inestable y los cimientos de mala calidad fueron las razones por las que el campanario románico de la ciudad toscana comenzó a ladearse tan pronto como se inició su construcción, en el siglo XII.
Razones parecidas provocaron la inclinación de otras torres monumentales, como Huqiu (Suzhou, China), Kilmacduagh (Galway, Irlanda), Oude (Delft, Holanda), Nevyansk (Nevyansk, Rusia).