Bajo la espesura de la selva centroamericana se esconden los vestigios de la civilización maya: fortificaciones, casas, calzadas, canalizaciones e, incluso, pirámides. Los científicos conocen su existencia y los buscan desde hace más de un siglo, pero sólo ahora empiezan a comprender la complejidad y el tamaño de esta cultura precolombina.
Con ayuda de una nueva tecnología láser, un equipo multidisciplinar ha identificado más de 60.000 edificaciones en la cuenca del Petén, diseminadas en un área de más de 2.000 km² en Guatemala. Un hallazgo que obliga a los arqueólogos a replantearse todo lo que se conoce sobre los antiguos habitantes de Mesoamérica.
Civilización maya
De esta forma los autores de la investigación, cuyos resultados aparecen detallados en la última edición de la revista ‘Science’, estiman que más de 11 millones de personas poblaban las tierras del sur del país durante el final del llamado periodo clásico (entre el 650 y el 800 d. C), un número que duplica las estimaciones anteriores.
«Hay muchas estructuras, calzadas y canales del preclásico tardío (350 a.C-200 d. C), sin embargo todos los datos apuntan a que el periodo de mayor auge fue el final del clásico (600-800 d. C)», señala Francisco Estrada-Belli, arqueólogo de la Universidad de Tulane y coautor del artículo.
Los asentamientos incluyen ciudades, edificios militares, centros religiosos y pequeñas aglomeraciones rurales a través de varias comarcas cerca de la frontera con Belice.
«Nuestro trabajo se refiere al área central, de unos 95.000 km², que es sólo la mitad sur de las tierras bajas», señala Estrada-Belli. «En el norte de Yucatán hubo además otras grandes ciudades más tardías, hasta la llegada de los españoles«. Estrada-Belli y sus colegas presentaron los resultados preliminares de su investigación el pasado febrero en ‘National Geographic’, antes de enviar el trabajo para su revisión y publicación en ‘Science’.
Infraestructuras complejas
En una región donde las precipitaciones son excesivas o muy escasas, según la estación, los mayas proyectaron y controlaron el flujo de agua meticulosamente a través de canales, diques y embalses.
Según los arqueólogos, sustentar una población así habría requerido la alteración del paisaje a una escala mucho más amplia de lo que se creía posible para esta época: en algunas áreas el 95% de la tierra disponible se dedicó al cultivo, incluyendo zonas bajas y pantanosas que anteriormente se habían considerado impracticables. Además gran parte de los humedales de la región fueron drenados para su uso agrícola.
Por otro lado, las redes de calzadas que conectaban ciudades y pueblos distantes, algunos fortificados, también han sorprendido a los especialistas. Las carreteras elevadas, que permitían el paso fácil incluso durante las estaciones lluviosas, eran lo suficientemente anchas como para sugerir un alto nivel de tráfico relacionado con el comercio, a pesar de que los mayas no utilizaban la rueda ni bestias de carga.
«Este trabajo significa, entre otras cosas, que la naturaleza del urbanismo se va tener que revaluar», explica Estrada-Belli. «Ya no es posible hablar de las ciudades maya como de baja densidad poblacional».
Los sistemas defensivos de zanjas y murallas, así como los canales de irrigación sugieren además una mano de obra cualificada, y prueban la existencia de una organización centralizada y con medios suficientes para llevar a cabo grandes obras públicas.
Los autores apuntan también que, a diferencia de otras culturas antiguas, cuyos caminos e infraestructuras han sido destruidos por generaciones posteriores, la selva creció sobre las edificaciones mayas abandonadas, preservándolas y ocultando su existencia.
Rayos láser para el estudio del pasado
Una sensación de misterio rodea todavía el estudio de la cultura maya, en gran parte por el hecho de que una civilización poderosa y sofisticada haya podido quedar oculta bajo el follaje tropical.
A lo largo de los últimos años, los arqueólogos han podido aplicar una tecnología llamada de detección y alcance de luz (o LiDAR, por sus siglas en inglés) para iluminar el pasado: montado sobre un avión, un sensor envía pulsos láser sobre la superficie y crea un mapa en relieve al medir el tiempo que tarda la luz infrarroja en regresar.
De esta forma la investigación aporta una mirada nueva, con un gran angular, a los restos de la cultura maya. En los valles pantanosos alrededor de la antigua ciudad de Holmul, cerca de la frontera con Belice, las imágenes LiDAR han mostrado cientos de miles de kilómetros de sistemas de canales en forma de cuadrícula que delineaban bloques de tierra elevados.
Al oeste de allí se encuentra la antigua ciudad de Tikal, dotada con «increíbles defensas», que incluyen estructuras en el yacimiento de El Zotz, así como una pirámide de siete pisos cubierta de vegetación. Gracias a LiDAR los investigadores han podido localizar edificios en zonas en las que llevaban cerca de una década buscando sin éxito, pese a que algunas de de las estructuras tienen una altura de casi diez metros.
Cantidad de información para interpretar y catalogar
El problema con el que se encuentran ahora los arqueólogos es la cantidad de información que deben interpretar y catalogar. LiDAR ofrece en un sólo mapa 2.500 años de ocupación humana. Las imágenes muestran 30 o 40 estructuras por km², pero no todas fueron construidas o utilizadas al mismo tiempo.
Ese proceso será clave para recomponer la cronología de la civilización maya. «Definitivamente falta mucho por hacer», reconoce Estrada-Belli, «sólo en Guatemala hay unos 20.000 km² sin explorar aún, y mucho más en México».
Fuente: EL MUNDO / AMADO HERRERO,
Artículo de referencia: http://www.elmundo.es/ciencia-y-salud/ciencia/2018/09/27/5bad22c3ca4741956c8b4581.html,