Ecologistas en Acción lanza una promoción sin compromiso de permanencia. Completamente gratis, sin compromiso de permanencia. Se ofrecen días de 28 horas con un manual de instalación básico. Sólo es necesario tomar el mando a distancia y pulsar el botón de apagado. Recuperará así el tiempo que pasa cotidianamente frente al televisor para el ocio, el deporte, el cuidado de los suyos o el compromiso social. Haga la prueba en la Semana sin Televisión y descubra que los días pueden ser más largos. Ecologistas en Acción se compromete a la devolución inmediata en caso de que no se cumplan las expectativas.
El consumo de televisión bate récords mes a mes. En marzo fueron ya 262 minutos por persona y día, sobrepasando con creces las cuatro horas. La cifra más alta de la historia, que todavía suena más alarmante si la ponemos en perspectiva: como media pasamos 66 días y medio al año viendo la tele.
Hoy comienza la Semana Sin Televisión, una campaña que tiene lugar cada año desde 1995 y a la que se han sumado numerosas organizaciones de diferentes países. También Ecologistas en Acción apoya una iniciativa que sirve para poner en evidencia el control que este aparato ejerce sobre sus espectadores. Hacer la prueba de apagar la tele y encender la vida por un periodo de siete días puede servir para recuperar el control de nuestro tiempo libre y de nuestra relación con las personas que nos rodean.
La televisión sirve para informar, para transmitir conocimientos y para divertir. Pero su valor se desvirtúa cuando se convierte en niñera de los más pequeños a la vuelta del colegio, cuando hace las veces de acompañante de personas ancianas o enfermas, cuando es comensal inevitable de las cenas en familia o en pareja. Guarda entonces una relación directa con el sedentarismo y los problemas de salud que conlleva, con el aislamiento y los efectos sociales que provoca. Las relaciones reales con amigas, vecinos, familiares y con el entorno quedan sustituidas por un espacio virtual en el que los televidentes son sujetos pasivos.
Más de cuatro horas de imágenes y sonidos llegados de la televisión son evidentemente demasiadas. Hay quien argumenta que mantiene encendida la pantalla mientras hace otras cosas. Pero resulta difícil creer que sea compatible con la lectura, con la música, con el deporte, con la creatividad, con la naturaleza.
Los mensajes que emite la televisión llegan a nuestras mentes e influyen en nuestros temas de conversación, seamos conscientes de ello o no. Con el agravante de que en cada una de esas cuatro horas por persona y día hay doce minutos de publicidad, en teoría. Ese es el límite máximo que marca la directiva europea de televisión sin fronteras.
La publicidad no solo llega en los intermedios, también lo hace en medio de informativos y programas para aumentar su impacto. Ya parece normal que, por ejemplo, hombres y mujeres del tiempo interrumpan las previsiones meteorológicas para hablarnos de compañías de seguros o promociones bancarias.
La televisión es una de las más potentes invitaciones al consumismo, que marca nuestro estilo de vida a base de repetirse, establece escalas de necesidades artificiales y genera frustración. Abrimos cada día durante más de cuatro horas la ventana a esa influencia machacona para las personas adultas y, sobre todo, para los menores que cuentan con menos capacidad para contrarrestar esos mensajes publicitarios.
Ecologistas en Acción lanza una oferta que es también un desafío. Apague la tele durante una semana y piense en todo aquello que siempre quiso hacer y para lo que nunca tuvo tiempo. Disfrute de siete días que se alargarán como si fueran de 28 horas para realizar nuevas actividades o, simplemente, para hacer lo mismo de otra manera. Si le apetece, emplee parte de ese tiempo para anotar cada noche las nuevas experiencias, como han hecho ya muchas participantes en la Semana sin Televisión.
No hay compromiso de permanencia, está en su derecho de negar la influencia de la televisión y los mensajes publicitarios en su vida y es libre de volver a los hábitos de siempre. Puede quedarse con los días cortos, encender la tele y apagar de nuevo la vida, si lo prefiere.