La abultada victoria de Bolsonaro en Brasil no solo es un riesgo de involución para la democracia de aquel país. Su elección supone el peor de los referentes políticos para las temblorosas repúblicas iberoamericanas siempre amenazadas por las tentativas totalitarias de cualquier color y condición.

Es el caldo de cultivo permanente que proporcionan las brechas sociales tan brutales que aún se registran en aquellas latitudes a pesar del impulso que el crecimiento económico ha dado a las clases medias.

La incertidumbre sobre la estabilidad política en el Cono Sur constituye un lastre para su desarrollo económico y una preocupación internacional, en especial para España por el alto grado de implicación que nuestros bancos y empresas tienen allí.

Con toda la importancia que ello tenga, nada resulta tan alarmante como la amenaza que la subida al poder de Jair Bolsonaro supone para el medio ambiente a nivel global. En territorio brasileño se encuentran las tres cuartas partes de la Amazonia, el gran pulmón del planeta.

El recién elegido presidente de Brasil ya ha anunciado que se propone unificar los ministerios de Agricultura y Medio Ambiente. Esta medida, que en cualquier otro lugar del mundo no tendría mayor trascendencia que la de un reajuste organizativo, en aquel territorio es de la mayor gravedad.

Supeditación del Amazonas

Camuflada como una acción de carácter administrativo para ahorrar gastos, en términos reales se traduce en la supeditación del Amazonas a los intereses del poderoso sector agroindustrial brasileño, el mismo que ha empujado a Bolsonaro al poder.

Es como poner la zorra a cuidar el gallinero, con la particularidad de que ese gallinero absorbe la mayor proporción de CO2 de toda la tierra, las emisiones que causan el cambio climático.

En su campaña electoral, el líder ultra anunció que relajaría la protección medioambiental en Brasil o, lo que es lo mismo, daría vía libre a la deforestación del Amazonas.

Detrás de su intención está el lobby rural que forman los grandes productores de soja, maíz y carne impulsores de la devastación para ampliar las áreas de pasto y cultivo. Son los mismos que llevan décadas acorralando a las poblaciones indígenas, algunas de las cuales fueron por ellos perseguidas hasta la extinción.

En un viaje que realicé hace 15 años por varios estados amazónicos, contacté en el de Rondonia con los últimos siete miembros de una de estas etnias, a la que habían ido exterminando colgando de los árboles bolsas de azúcar envenenado o cazándolos a tiros como si fueran alimañas. Ese es el estilo de algunos de los que han apoyado política y económicamente la elección de Jair Bolsonaro.

Un reciente estudio realizado por universidades europeas y norteamericanas señala que de llevarse a efecto el programa electoral que le condujo a la Presidencia serían deforestados más de 25.000 kilómetros cuadrados de árboles cada año.

Un pronóstico terrible que, al día de hoy, solo la presión de la comunidad internacional puede conjurar, y no será fácil hacerlo. En el Amazonas han saltado todas las alarmas; nos va la vida en atenderlas.

Fuente: 20minutos /Carmelo Encinas,

Artículo de referencia: https://www.20minutos.es/opiniones/carmelo-encinas-alarma-amazonia-3480761/,



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