La gama de productos ecológicos disponibles en el comercio crece continuamente
Galletas, mermeladas, harinas, fruta y verdura, refrescos, té, leche… El abanico de alimentos ecológicos es amplísimo, como permite apreciar un recorrido por establecimientos especializados o, incluso, las tiendas convencionales, donde ya no están en un rincón sino en las zonas más visibles.
“Compro estos productos porque prescinden de herbicidas y pesticidas y no tienen residuos químicos, con lo cual reduzco mi riesgo de padecer cáncer”, explica Verónica Lladó Megías, convencida, además, de que “tienen más sabor, es comida que sienta bien al organismo y está libre de transgénicos”.
La producción ecológica en España creció un 2,5% el 2016 (respecto al 2015), con lo que se afianza como el primer país de la UE por superficie y está entre los cinco mayores productores del mundo. Las tierras destinadas a este fin suman 20.190 kilómetros (2016), equivalentes a la superficie de la provincia de Badajoz.
“En Catalunya, estamos viendo un crecimiento importante tanto de la producción como de las empresas elaboradoras, cifrado en un 10% anual de media”, dice Daniel Valls, presidente del Consell Català de la Producció Agrària Ecològica (CCPAE). El comercio de estos productos era casi inexistente en 1985; pero su despegue se ha hecho imparable desde que los jueces frenaron la campaña de los falsos yogures bio, y han quedado atrás otros intentos de crear confusión entre los consumidores.
El reglamento de la UE garantiza que los alimentos ecológicos o biológicos (también llamados orgánicos, aunque esta palabra es un anglicismo) están libres de pesticidas (herbicidas, fungicidas…) y de fertilizantes químicos, y restringe drásticamente el uso de aditivos.
Para producir carne se usa ganadería extensiva; los animales se alimentan de forraje y pienso ecológicos; y en los productos elaborados todos los componentes deben ser 100% ecológicos también como norma general. En Catalunya ya hay 3.300 operadores (agricultores, ganaderos, fabricantes, distribuidores…), cuya facturación total creció un 38% en el 2015 respecto al 2014 hasta alcanzar los 401 millones de euros.
Los alimentos ecológicos son vistos como más saludables por los consumidores, aunque otras voces y opiniones subrayan sus carencias. ¿Puede merecer la catalogación de ecológico un producto que puede proceder de Nueva Zelanda y lleva aparejado un enorme consumo de energía y emisiones de gases invernadero? ¿El sello ecológico se ha quedado corto?
“Hay productos que llevan esta certificación, pero proceden de invernaderos cuyos residuos plásticos son incinerados, consumen mucha energía, malgastan agua y se presentan en envases desmesurados; y todo esto no le importa al reglamento europeo”, explica Amanda del Río, experta de la Fundación Global Nature, conocedora de estos etiquetados en Europa y sus carencias.