La masa de magma que alimenta el volcán italiano que en el 79 d.C. destruyó Pompeya ha cambiado en los últimos 2.000 años, un descubrimiento que podría ayudar a predecir futuras erupciones, según un estudio publicado en la revista Nature.

El Vesubio está en el sur de Italia, una de las regiones volcánicas más densamente pobladas del mundo. Su cráter está a 1.280 metros sobre el nivel del mar y a 20 kilómetros de Nápoles, la tercera mayor ciudad italiana.

Hasta ahora, los científicos pensaban que el magma del volcán había permanecido constante durante los últimos 4.000 años, pero nuevas investigaciones publicadas el miércoles indican que en realidad la cámara había ascendido entre la erupción de Pompeya, en el 79 d.C., y la de Pollena, en el 472 d.C.

Saber dónde se encuentra la masa de lava es importante porque cuanta más presión existe, más profunda es la acumulación, lo que produce erupciones más potentes, afirmó Michel Pichavant, geólogo de la Universidad de Orleans, en Francia, que trabajó en el estudio.

Los nuevos hallazgos pueden ayudar a construir modelos más precisos para predecir los daños de futuras erupciones calculando el movimiento de estas masas, añadió.

"Descubrimos que había una variación sustancial en la reserva que es la fuente de una masa de lava", dijo Pichavant en una entrevista telefónica.

"Es necesario documentar estas variaciones si queremos hacer pronósticos fiables de erupciones futuras", explicó.

Aunque el Vesubio lleva dormido más de seis décadas, los expertos temen que la próxima gran erupción pueda rivalizar con la del 79 d.C., que cubrió de ceniza las antiguas ciudades de Pompeya y Herculano y provocó la muerte de aproximadamente 16.000 personas.

En 2007, un estudio italiano sugirió que unas 300.000 personas que viven cerca del volcán morirían en la próxima erupción si no se las evacuara a tiempo.

Pichavant y sus colegas reunieron muestras de rocas de cuatro erupciones importantes y realizaron experimentos de laboratorio a altas temperaturas y presiones para recrear la cristalización de la lava al cristalizarse en donde se encontraba originalmente.

Los científicos descubrieron que las masas o reservas que alimentan las erupciones se habían desplazado desde aproximadamente ocho kilómetros de profundidad en la corteza terrestre durante la erupción de Pompeya, en el 79 d.C., a unos cuatro kilómetros durante la erupción de Pollena, en el 472 d.C.

La tecnología actual no permite a los científicos ver dónde están las masas hasta después de una erupción, apuntó Pichavant, lo que hace tan importantes los pronósticos.



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