Entre 200 y 1.000 metros de profundidad vive una comunidad de peces, calamares y crustáceos, cuya biomasa sobrepasa todas las capturas de las pesquerías actuales. 

Esta zona en penumbra de los océanos contiene hasta el 90% de la biomasa total de peces de los océanos. Según un equipo internacional de científicos, liderado por un investigador vasco, se estima que existe el equivalente a 1,3 toneladas de peces por persona, por lo que el interés pesquero en esta zona podría aumentar. Sin embargo, los científicos temen que se llegue a una fiebre del oro sin regulación.

Existe una enorme cantidad de recursos de proteínas sin explotar en el mar profundo, pero cualquier explotación potencial debería ser realizada con precaución, según afirma la comunidad científica. La vida en la zona en penumbra constituye una gran fuente potencial de pescado y ácidos Omega 3, necesarios para alimentar a la población mundial.

En esta parte del océano no llega la luz del sol ya que se sitúa entre 200 y 1.000 metros de profundidad. Los peces más comunes son los peces linterna –una de las especies (Cyclothone) es considerada como el vertebrado más abundante del planeta–.

 De estos peces, llamados mictófidos, se conocen 245 especies, miden de 10 a 15 cm de largo y se distribuyen por todo el océano. Junto con calamares y crustáceos, que se detectan acústicamente hasta 500 metros, migran cerca de la superficie para comer. Se estima que aún queda por describir un millón de especies en esa zona.

Ante esta abundante biodiversidad, el interés pesquero va en aumento, pero aún no existen reglas para la pesca. Lo que resulta crítico para evaluar la resiliencia de la comunidad biológica que habita allí y, por tanto, desarrollar estrategias sostenibles de gestión, es la falta de conocimiento de los procesos biológicos en la zona en penumbra, haciendo imposible stimar de manera precisa la presión de pesca que estos stocks pueden soportar. Xabier Irigoien

En un artículo publicado en la revista Frontiers in Marine Science, un grupo internacional de investigadores de Dinamarca, Reino Unido, Portugal y España, liderado por Xabier Irigoien, del centro tecnológico español AZTI, ha alzado la voz para conseguir que sea posible una mejor comprensión del papel de esta comunidad en el mantenimiento de la biodiversidad y en su influencia en la regulación del clima, puesto que actualmente es una de las regiones menos estudiadas de los océanos.

Para definir los límites de la explotación sostenible de esta comunidad, es necesario un conocimiento de base, desde la biología de sus poblaciones, al control del éxito en el reclutamiento de sus especies, su papel en las cadenas alimentarias marinas o su influencia en la regulación del clima. 

Esta comunidad proporciona alimento para muchas especies clave, que incluyen atunes, tiburones o ballenas.

"Ya ha habido intentos de explotar esta comunidad y el temor es que se llegue a una especie de fiebre del oro sin regulación, tan pronto como la tecnología esté disponible", dice

No obstante, su importancia en la cadena trófica no está cuantificada. Además, la comunidad de la zona en penumbra desempaña un papel importante en la regulación del clima. 

Durante sus migraciones diarias a las capas de agua superficiales, para alimentarse, consumen plancton, pero transportan carbono hacia el fondo. Esto significa un mecanismo rápido de transporte de carbono desde la atmósfera hacia el interior del océano, amortiguando el efecto del CO2 en el calentamiento global.

Una presión pesquera en aumento

En la actualidad, no hay una gran presión pesquera sobre esta comunidad, pero lo habrá. 

Las técnicas pesqueras existentes no son de mucho rendimiento si se explota como pescado, pero la extracción de ácidos grasos esenciales de algunas especies podría hacer económicamente viable su explotación, según algunos investigadores.  

“Como muchos stocks pesqueros están sobreexplotados, la alternativa de los recursos de la zona en penumbra será de mayor interés. Ya ha habido varios intentos de explotar esta comunidad de peces y el temor es que se llegue a una especie de fiebre del oro sin regulación, tan pronto como la tecnología esté disponible y el coste justificado. 

La comunidad científica se enfrenta a un gran desafío”, dice el ecólogo marino de AZTI Angel Borja.

“De toda la investigación que he realizado en mi carrera, este es con seguridad el problema más importante al que me he enfrentado”, recalca el oceanógrafo Michael St. John, de DTU Aqua en Dinamarca, y primer autor del estudio. 



0 0 votes
Valoración
Suscribir
Notificar de
guest

0 Comentarios
Inline Feedbacks
View all comments