El término «pirámide» se asocia inmediatamente con Egipto, pero en realidad es Sudán el hogar de la mayor colección del mundo de estas estructuras de gran antigüedad. Alrededor del año 2.500 a.C., la civilización nubia que poblaba Sudán dejó atrás más de 200 pirámides erigidas en mitad del desierto que en la actualidad se conservan en tres yacimientos arqueológicos: El Kurru, Jebel Barkal y Meroe, además de numerosos templos, tumbas y cámaras funerarias.
A pesar de tener un tamaño más reducido que las famosas pirámides de Giza en el país del Nilo, las pirámides nubias atesoran un gran valor cultural.
Construidas a base de arenisca y granito, estas inclinadas pirámides contienen capillas y cámaras funerarias en su interior decoradas con ilustraciones e inscripciones. Grabadas con jeroglíficos y escritura meroítica, celebran las vivencias de los mandatarios de Meroe, una de las ciudades más ricas de Nilo y centro del poder establecido por Kush, un antiguo reinado que rivalizó con Egipto.
El yacimiento de Meroe está localizado a unos 200 kilómetros al norte de Jartum, la capital de Sudán. y en la actualidad es uno de los lugares designados como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Sin embargo, la falta de conservación, las duras condiciones climatológicas y la negligencia de algunos visitantes han hecho mella en los monumentos. Ya en la década de 1880, el explorador italiano Giuseppe Ferlini arrasó algunas pirámides en su búsqueda del tesoro de Kushite, dejando a muchas de las tumbas desprovistas de sus características puntas. Muchas otras pirámides sudanesas fueron robadas y destruidas por saqueadores.
Arenas cambiantes contra las pirámides
En la actualidad, tormentas y arenas cambiantes suponen las mayores amenazas para los patrimonios más antiguos de Sudán, aunque este fenómeno no es nuevo y ya se recogía en las crónicas de hace miles de años.
Una inscripción encontrada en un templo del siglo 5 a.C. describe a un rey kushita dando una orden de limpiar la arena del camino: «Su Majestad trajo gran multitud de manos para limpiar, hombres y mujeres además de niños reales y gobernantes para mover la arena; y Su Majestad cargó con la arena en sus manos por sí mismo, liderando a la multitud durante muchos días».
Hoy esa amenaza se ha exacerbado por el cambio climático, haciendo que la tierra sea más árida y las tormentas de arena se den con mayor frecuencia. Las arenas movedizas pueden sumergir casas enteras en las zonas rurales de Sudán, cubrir campos, canales de irrigación y las orillas de los ríos.
Mientras algunos arqueólogos creen que el movimiento de la arena ayuda a preservar las reliquias lejos de los ladrones, es conocido su efecto en detrimento de los yacimientos excavados, sepultándolos en mitad del desierto. La arena proveniente de las tormentas también erosiona las esculturas y los delicados trabajos tallados en piedra.
Luchando contra la desertificación
El mejor modo de combatir el movimiento de la arena y la desertificación pasa por incrementar la cobertura vegetal y uno de los proyectos más ambiciosos para la reforestación de África está avanzando en este sentido.
Agrupando a más de 20 naciones, la Gran Barrera Verde es un proyecto multimillonario que busca frenar el crecimiento del desierto del Sáhara mediante la reforestación de 100 millones de hectáreas de tierra árida desde Senegal, en el oeste africano, hasta Djibuti, en el este. La intención es cultivar la mayor barrera de vegetación del planeta, siendo Sudán el país que contiene el mayor tramo del «muro».
Sólo el 4% del objetivo se completa hasta el momento, con grandes variaciones de terreno reforestado entre países. Cuando se complete, este proyecto experimental probablemente limitará la frecuencia de tormentas de arena y ralentizará los movimientos de arena hasta las tierras fértiles y los lugares Patrimonio de la Humanidad en el norte de Sudán.
También contribuirá a atajar las olas de calor extremo en áreas semi-áridas como la capital, Jartum, donde las temperaturas superan con creces los 40ºC durante el verano. Sin embargo, monitorizar el impacto de un proyecto que abarca 5.000 millas a lo largo de Áfica requiere de datos a gran escala, que los proporcionarán los últimos satélites disponibles y tecnologías de sensor remoto.
Satélites para monitorizar la arena
Las imágenes satélites pueden proveer información muy valiosa acerca de los movimientos de las arenas. En la actualidad ya se usa esta tecnología para monitorizar las tormentas de polvo que transportan arena desde el Sáhara hasta la Amazonia a lo largo del Atlántico y que contienen nutrientes esenciales para la fertilización.
Pero… ¿qué pasa con la pequeña escala? ¿Cómo se puede predecir cuándo se introducirá la arena en un campo, un pozo o una pirámide?
En una investigación reciente, se han utilizado múltiples imágenes superpuestas tomadas desde aeroplanos para generar modelos de elevación digital para las dunas de arena en la región norte de Sudán.
Eso llevó a una posterior investigación doctoral, centrada en la monitorización de dunas de arena utilizando imágenes ópticas y de radar desde satélites, imágenes láser desde el aire y numerosas técnicas. La investigación también se centra en la influencia de factores como la velocidad y la dirección del viento, la presencia de vegetación y la topografía del lugar.
El objetivo es desarrollar un conocimiento exhaustivo acerca de cómo crecen las dunas de arena y cómo migran a lo largo y ancho del desierto.
Esto permitirá monitorizar la efectividad de las intervenciones como las barreras vegetales, ayudando a combatir la desertificación y el cambio climático mientras se asegura que la población sudanesa pueda cultivar la comida suficiente para subsistir en un entorno árido como es este. Quizá, en un futuro, también sea posible predecir cuándo y cómo se enterrarán estas pirámides para poder prevenir su deterioro.
Fuente: Ahmed Mutasim Abdalla Mahmoud / THE CONVERSATION, National Geographic,
Artículo de referencia: https://www.nationalgeographic.com.es/naturaleza/piramides-olvidadas-sudan-riesgo-ser-sepultadas-por-arena_17058,