En un esfuerzo por ser mucho menos contaminantes y por depender menos de los combustibles fósiles, Noruega se había establecido la meta de conseguir que las emisiones medias por cada nuevo vehículo de pasajeros no superasen los 85 gramos de dióxido de carbono por kilómetro. Cuando se marcaron esta meta en 2012 la cantidad parecía especialmente ambiciosa y hasta difícilmente conseguible, siendo incluso más baja que la que la Unión Europea se había marcado en sus objetivos. Sin embargo, a cierre de diciembre de 2017 la media estaba ya por debajo de esa cifra y en los 74 gramos por kilómetro.
Los datos son por tanto muy buenas noticias en términos medioambientales, porque han reducido el impacto que tiene la circulación privada por carretera. No es una solución absoluta al problema, ya que en esas cuentas no entran los vehículos no nuevos o los medios de transporte alternativos al coche, pero sí un primer paso y una mejora de cara al futuro.
Y ¿cómo ha conseguido Noruega que sus nuevos vehículos sean tan respetuosos con el entorno? La clave está en la otra cifra destacada con la que el país ha cerrado 2017: el 52% de todas las ventas de vehículos que se han realizado durante el último mes del año en el país fue de coches sostenibles.
Así, los vehículos con emisiones cero fueron el 20,9% de todas las ventas de coches de 2017 y los híbridos el 31,3%. Sumando una y otra cifra se puede llegar a la conclusión de que ya uno de cada dos coches que se compran en Noruega son verdes. La cantidad es también superior a la del año anterior, demostrando que el interés de los noruegos por este tipo de vehículos va en aumento.
Más allá de la conciencia medioambiental, lo que ha hecho que los noruegos se lancen al uso de este tipo de vehículos ha sido un plan bastante eficiente en lo que a beneficios toca. No se trata solo de que los coches sean más respetuosos con el entorno, sino que además también salen más a cuenta para el bolsillo de los ciudadanos.
Los coches diésel o a gasolina sufren una carga en impuestos mucho más elevada que los eléctricos, lo que acaba haciendo que los precios de los primeros sean al final más elevados. Por un Golf a gasolina, por ejemplo, un noruego tendría que pagar, una vez que se aplican los impuestos, 298.000 coronas (unos 31.000 euros al cambio). Por uno eléctrico, solo pagaría 262.000 coronas (algo más de 27.000 euros). Los coches no sostenibles tienen que afrontar tasas por contaminación.
Ese no es además el único elemento disuasorio. Los vehículos verdes también se ven beneficiados con otras ventajas, como el evitar los peajes urbanos en algunas ciudades. Los vehículos eléctricos también se benefician en algunos casos de peajes más bajos, paso gratis en ferris, parkings sin costes y puntos de recarga libres en aparcaderos públicos.
Por supuesto, esto no es más que le primer paso en el camino del cambio. El objetivo final de las autoridades noruegas es que en 2025 solo se vendan vehículos no contaminantes (frente por ejemplo a lo que pasa en Reino Unido o Francia, donde el objetivo está a 2040) y que por tanto el eléctrico domine el mercado. Esta medida se sumará a otras que el país ya tiene en marcha para ser más responsables con el entorno, como por ejemplo el generar electricidad de forma verde.