La bicicleta es un potente instrumento de cambio social, que contribuye positivamente a la consecución de varios de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, en especial los ODS 3 “Salud y bienestar”, 11 “Ciudades y comunidades sostenibles” y 13 “Acción por el clima”.
La sustitución del coche por bicicletas da lugar a ciudades más seguras, con menos contaminación atmosférica, lumínica y sonora, y con ciudadanos más saludables.
Aunque vamos con cierto retraso, en España existe una Estrategia Estatal por la Bicicleta para el periodo 2020-2025, cuyo objetivo es fomentar el uso de la bicicleta en distintos ámbitos, organizada en una serie prioridades:
- Conseguir un cambio modal a la bicicleta.
- Promover la vida saludable de las personas.
- Fomentar y proteger el ocio y el deporte en bicicleta.
- Aprovechar el potencial del turismo en bicicleta.
- Coordinar la acción del Estado.
Realmente, no hace falta reinventar la rueda. Solo hay que ver qué se está haciendo allí donde se está haciendo bien. Las “embajadas de la bicicleta” holandesa y danesa ofrecen soporte y conocimiento sobre movilidad urbana en bicicleta.
¿Se nos ha salido la cadena de la bicicleta?
Muchas ciudades españolas han apostado por la habilitación de carriles bici, así como la implantación de sistemas de préstamo de bicicletas municipales, mediante consorcio con el sistema de transporte público.
A pesar de ser una buena iniciativa, este sistema recibe constantes críticas por los usuarios: por el precio, los horarios restringidos, la obligatoriedad de dejar la bici en estaciones específicas que pueden no quedar cerca del punto de destino y, sobre todo, el rápido deterioro de estas por falta de mantenimiento.
Por otro lado, la bicicleta privada sigue teniendo dificultades para competir con otros medios de transporte. Para que se imponga, es necesario contar, no solo con una red de carriles exclusivos y seguros, sino también con zonas de aparcamiento, un marco normativo que regule su uso y, quizás lo más importante, un cambio en nuestra manera de vivir que fomente “la cultura de la bici”.
Mientras que en otros países la bicicleta se concibe más como un medio de transporte urbano, especialmente efectivo para los desplazamientos locales, la mayoría de la población española aun percibe la bicicleta como un deporte o como un juguete.
Los usuarios habituales de la bicicleta frecuentemente recibimos comentarios tales como: ¿Vas en bici con la ropa del trabajo? ¿Te duchas allí cuando llegas? ¡Estarás sudado todo el día! ¿Y te atreves a dejar la bicicleta aparcada en la calle? ¡Te la van a robar!
Con respecto al problema del “sudor” recientemente ha surgido un gran competidor; el patinete eléctrico, con el cual apenas se hace ejercicio físico. Sin embargo, la bicicleta aun tiene importantes ventajas frente al patinete. Por ejemplo, no están limitadas por la autonomía de la batería, son más versátiles con respecto a la calidad de la calzada y permiten el uso de portaequipajes.
Los robos
Con respecto al miedo al robo, la misma sensación de peligro que nos llena de rejas las ventanas, nos cohíbe de usar la bicicleta y dejarla aparcada en la calle. Por ejemplo, las normas de seguridad de los comercios de alquiler de bicicletas de cualquier ciudad especifican: “Siempre atar la bici a un punto fijo con candado y nunca dejar la bicicleta en la calle por la noche”.
Es habitual ver a los usuarios de bicicletas privadas llevarse consigo el sillín o la rueda delantera para evitar robos. En contraste, en el norte de Europa el candado más usado es el de tipo herradura: un cerrojo instalado en el cuadro de la bicicleta que bloquea la rueda trasera. Por tanto, la mayoría de los usuarios no se preocupan en atar la bicicleta a una barandilla o farola.
¿Quiere decir esto que en los países del norte de Europa no roban? Por supuesto que no. Es muy difícil evitar que exista delincuencia relacionada con el robo de las bicicletas. Sin embargo, los ciudadanos están mucho más concienciados con el concepto de bicicleta como vehículo urbano.
Aparcamientos
Otra de las asignaturas pendientes que tenemos en España es la falta de aparcamientos para bicis.
En los Países Bajos, donde están orgullosos de su fama de tener más bicicletas que ciudadanos, disfrutan desde hace unos pocos años de un popular servicio de aparcamiento urbano de bicicletas que sirve además de guardarropa. Es decir,establecimientos céntricos donde se pueden dejar la bici, el abrigo, los guantes y el gorro mientras acuden a su puesto de trabajo, recorren un centro comercial o visitan algunos bares o restaurantes.
Las ciudades del norte de Europa también apuestas por una arquitectura más concienciada con la bicicleta. Por ejemplo, la estación de Nørreport, en pleno centro de Copenhague, donde convergen autobuses, metro y trenes; además de ser puerta de entrada al centro histórico, dispone de alrededor de 1900 plazas de aparcamiento para bicicletas. Nada comparado con la estación de Utrecht, con 12500 plazas. ¿Alguna plaza en España que compita con eso?
Cambiando de marcha en la bicicleta
Muchos de los ciudadanos que durante la crisis de la pasada década emigraron a Europa, están ahora contribuyendo a incorporar la cultura de la bicicleta en las ciudades. Se ven bicicletas urbanas con sillines para bebés, cestas y alforjas llenas al regresar de hacer la compra del supermercado, y trenes que aceptan el viaje con bicicletas.
Recientemente se está discutiendo sobre el efecto de la crisis del COVID-19 en el aumento del uso de la bicicleta como consecuencia de una pérdida de confianza sobre el transporte público. Quizás este sea el momento adecuado para conseguir el cambio de mentalidad que la bicicleta necesita.
Artículo de referencia: https://theconversation.com/los-retos-de-la-bicicleta-urbana-en-espana-139900,