El proyecto, que se denomina Life DEMINE, está financiado con más de 2 millones de euros por la Unión Europea y tendrá una duración de cuatro años, pretende desarrollar un tratamiento versátil e innovador para tratar las altas concentraciones de metales pesados o sales de los efluentes mineros antes de llegar al agua de los ríos.
El objetivo es que el nuevo sistema sea aplicable a cualquier mina, como las de sal y potasa de Súria, Cardona y Sallent, en Cataluña, las de carbón de Asturias, o las 3.460 instalaciones de residuos mineros cerradas y abandonadas que hay en toda Europa.
Según los investigadores, los efluentes procedentes de minas abandonadas pueden contener altas concentraciones de metales pesados o de sales, que se filtran a través del suelo y van a parar a los ríos, donde provocan un fuerte impacto en la biodiversidad y funcionamiento de estos ecosistemas.
Además del Centro Tecnológico BETA participan cuatro socios más: la Universidad de Swansea (Reino Unido), la empresa especializada en tecnologías de tratamiento de agua ELENTEC LTD (Reino Unido), el Centro de Estudios de Aguas Subterráneas de Dresde (Alemania) y el Gobierno del Principado de Asturias (España).
Combinar electrocoagulación y membranas
La investigación, que arrancó en julio pasado y se alargará hasta el 2021, tratará de demostrar la efectividad de un tratamiento basado en la combinación de tecnologías de electrocoagulación y membranas, que ya se utilizan por separado con diversos fines.
El proyecto testará por primera vez si su combinación permite mejorar la eficiencia del tratamiento de efluentes mineros, y si el método puede ser replicable para residuos procedentes de minas de diferentes características. Con este nuevo método, el agua se tratará inicialmente con un sistema de membranas con diferentes capacidades de filtración y, por tanto, de retención de partículas contaminantes.
La finalidad del proceso es concentrar el efluente contaminante que posteriormente pasará por un proceso de electrocoagulación, lo que permitirá reducir en más de un 95% el contenido en sales y metales de los efluentes mineros, obteniendo un agua tratada que se podrá verter al río sin riesgo para el ecosistema, respetando los límites legales establecidos por la legislación y garantizando un bajo impacto ambiental.