El Gobierno de Emmanuel Macron parece dispuesto a demostrar que su compromiso ecológico es más que una promesa de campaña. Francia se lanzará, en un futuro próximo, a una economía circular concentrada en reducir sus desechos y la producción excesiva—y por tanto contaminante— y en aprovechar mejor lo ya fabricado.
O, como dice la secretaria de Estado de Transición Energética y alma del proyecto, Brune Poirson, los franceses se aprestan a vivir un “big bang de su basura” que supondrá un replanteamiento profundo del día a día de todos, no solo de los fabricantes, sino también de los consumidores.
“Tenemos que asumir que hay que consumir menos, que hay que consumir de forma diferente y también de manera que reduzcamos de manera drástica una cierta cantidad de objetos de nuestro día a día”, resumió Poirson en rueda de prensa. Además, “algunos de esos objetos deben ser más fácilmente reparables y reutilizables o que, como último recurso, recurramos al reciclaje”, agregó.
La alta funcionaria venía de presentar ante Macron y sus ministros el “proyecto de ley antidespilfarro y por una economía circular” que ha preparado durante los últimos 18 meses y que el Gobierno pretende aprobar antes de que acabe el año.
Consumir menos y mejor
Se trata de una quincena de artículos centrados en un eje principal: consumir menos y mejor, dejar de producir más de lo necesario y reutilizar o reciclar lo máximo posible.
Y todo eso “supone reformar las bases del sistema, hay que hacerlo evolucionar”, insistió la secretaria de Estado, para quien la economía del siglo XXI solo puede ser una economía circular que asuma los errores del pasado y se comprometa a no solo producir de forma más moderada —el principio es no producir más de lo que se pueda consumir— sino también reutilizar o aprovechar todo lo que se acabe por no usar, en vez de tirarlo a la basura.
Una cuestión que constituye, también, un imperativo internacional. Al fin y al cabo, recordó Poirson, países como China rechazan ya recibir los desechos de Europa y otras naciones asiáticas se están planteando también prohibir esta práctica que no hace más que desplazar el problema de los desechos.
Algunos objetivos de la ley llevan tiempo fijados. Como el compromiso de campaña de Macron de que, hasta 2025, todo el plástico que se use sea reciclado o que, hasta esa misma fecha, Francia logre reducir a la mitad la cantidad de desechos que produce, recordó Poirson.
Otras metas
Hay otras metas más cercanas aún. En 2020, en Francia estarán prohibidos los productos de plástico de un solo uso como las pajitas, los vasos, cubiertos o platos.
Y, tal como se adelantó el mes pasado, para 2023 también estará totalmente prohibido que las empresas tiren o destruyan los productos no alimentarios —especialmente la ropa, pero también productos cosméticos, higiénicos o electrodomésticos— que no vendan.
En vez de ello, deberán o bien donarlos a asociaciones o, en el futuro, reutilizarlos o reciclarlos, bajo pena de una sanción si no lo hacen. Actualmente, en Francia se tiran o destruyen cada año productos no perecederos por 650 millones de euros.
Proyecto de ley
A estas medidas, el proyecto de ley presentado ahora propone algunas más. Según han adelantado en los pasados días algunos medios franceses, se prevé entre otros la imposición de un “índice de reparabilidad” de los aparatos eléctricos y electrónicos para que el consumidor pueda elegir, si quiere, un aparato que sea más fácil reparar que otro.
También se creará un bonus malusque permitirá a los productos que son menos contaminantes reducir su precio hasta un 20%, a la par que se reforzará el principio para las empresas de que “quien contamina, paga” y se obligará colocar en los productos un logo que especifique cómo deben ser correctamente reciclados los desechos.
El Gobierno está estudiando además no solo cómo clasificar mejor la basura reciclable, sino imponer un sistema de retorno para algunos productos, como las botellas de plástico, como se hace ya en otros países.
Uno de los sectores en los que el Gobierno quiere hacer un énfasis particular es el de la construcción, señalado como uno de los que más despilfarran recursos: más de 700 kilos por año y por francés. Tal como señaló Poirson, solo en moqueta no utilizada se tira cada año el equivalente a un rollo que podría cubrir la ruta “de Lille a Marsella”, es decir, unos mil kilómetros.
Francia
Francia insiste en que la economía circular es buena no solo para el planeta, también para el país. Según estimó Poirson en una entrevista en el dominical Journal du Dimanche, “la economía circular supone 300.000 empleos adicionales (…) y la garantía de una independencia más grande, al reducir nuestras importaciones de materias primas”.
De todos modos, no parecen quedar muchas alternativas. “Si todo el mundo viviera como lo hacemos los europeos, nos harían falta tres planetas”, advirtió.
Fuente: SILVIA AYUSO / EL PAÍS,
Artículo de referencia: https://elpais.com/sociedad/2019/07/10/actualidad/1562775310_285231.html,