Se estima que hasta la fecha, se produjeron 8.300 millones de toneladas de plástico virgen. Hasta 2015, se generaron más 6.000 millones de toneladas de residuos plásticos, de los cuales, el 9% fue reciclado, el 12% incinerado y el 79% acumulado en vertederos o entornos naturales. Se prevé que para 2050, haya aproximadamente 12.000 millones de toneladas de basura plástica en vertederos o en el medio ambiente. Se calcula que alrededor de 10 millones de toneladas de plástico acaban en los océanos cada año.
Un estudio publicado en la revista Science en 2015, elaborado por científicos del Centro Nacional de Análisis y Síntesis Ecológicos de Estados Unidos y la Universidad de Georgia en Grecia, determinó que las naciones asiáticas eran 13 de los 20 contribuyentes más importantes en el aumento de residuos plásticos oceánicos, de los cuales China encabeza la lista de países que peor administran los desechos de plásticos, si bien se incluye a Estados Unidos entre los 20 contribuyentes más contaminantes.
La basura plástica se acumula en áreas del océano donde los vientos crean corrientes circulares, conocidas como giros, que absorben cualquier residuo flotante. Hay cinco giros en todo el mundo, pero el más conocido probablemente es el giro del Pacífico Norte. Un grupo de científicos determinó que hay tantos residuos de plástico en el mundo que podrían cubrir un país como Argentina.
Los principales impactos de la contaminación por plástico sobre la fauna (tortugas, delfines, focas, etc) es el peligro que surge por enredarse en bolsas de plástico y otros desechos, o confundir el plástico con alimento. En este sentido, las tortugas confunden las bolsas de plástico con medusas, las cuales forman parte de su dieta. Las consecuencias más comunes de estas ingestas son la aparición de bloqueos internos y daños en el aparato digestivo que causan la muerte.
Como ejemplo más revelador, la pardela paticlara (Ardenna carneipes), un ave de gran porte y plumaje ceniciento que anida en islas de Australia y Nueva Zelanda, es el animal que ingiere mayor proporción de plástico respecto a su masa corporal: los investigadores dicen que en una población grande, el 90% de los polluelos ya ha tragado alguno. Si una astilla de plástico le perfora el intestino, el ave puede morir con rapidez. Pero normalmente la ingestión de plástico se traduce en una desnutrición crónica e implacable. “lo más triste es que se comen el plástico pensando que es alimento – dice Matthew Savoca, biólogo marino de la NOAA.
Las características que hacen del plástico un material útil para los humanos, como son su durabilidad y ligereza, multiplican el peligro que supone para la fauna, como son por ejemplo, las pajitas, los bastoncillos, las botellas de agua, además de las bolsas de plástico. Por otro lado, la llamada “pesca fantasma”, es decir, la captura de animales en redes de plástico abandonadas, es una grave amenaza para las tortugas marinas y otros animales, que quedan atrapados, sin poder liberarse de ellas, con la terrible consecuencia de morir tras una lenta agonía.
Desde el punto de vista de la avifuana terrestre y concretamente en la Península Ibérica, una de las mayores afecciones que sufren las aves, como por ejemplo el buitre leonado (Gyps fulvus) y buitre negro (Aegypius monachus), especies protegidas por la legislación ambiental, es la ingesta de plásticos en los vertederos cercanos a aglomeraciones urbanas. Asimismo, el crecimiento de estos vertederos periurbanos, modifica la migración de las aves, como por ejemplo la cigüeña blanca (Ciconia ciconia), que según la Sociedad Española de Ornitología, SEO Birdlife, una de las consecuencias de la proliferación de vertederos es el efecto que produce sobre la migración de esta especie, ya que cada vez, son más las cigüeñas que permanecen todo el año en la Península y no realizan la migración al continente africano, debido al fácil acceso a la comida que generan los vertederos, con lo que aumenta el porcentaje de individuos muertos por ingesta de plásticos.