Juan Fernando Gallardo Lancho, investigador del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Salamanca (IRNASA, centro del CSIC), es el editor del libro The Soils of Spain (Los Suelos de España), una obra que recoge las aportaciones de más de una veintena de expertos nacionales que analizan las características de los variados suelos de España.
Este trabajo conjunto aparece en el contexto del Año Internacional de los Suelos 2015, declarado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), abordando también los principales problemas y retos de los suelos españoles.
“El lector no se va a encontrar un país homogéneo, sino muy variado”, advierte el editor.
En el este peninsular predominan los suelos áridos, calizos y salinos; los suelos mediterráneos, localizados al sur, pueden ser ácidos y destacan por su color rojizo; mientras que en el norte la humedad y la geología determinan suelos generalmente oscuros, ácidos y protegidos por la vegetación.
Como es obvio, todas estas características de la parte más superficial de la corteza terrestre afectan directamente a la agricultura. “Tradicionalmente se ha vinculado los suelos mediterráneos a las zonas en las que hay olivos”, comenta Gallardo.
Por otra parte, en Galicia, es imprescindible el encalado del suelo para corregir los problemas de acidez. En las dos mesetas, los terrenos agrícolas son pobres a muy pobres en materia orgánica, siendo frecuente que los cultivos necesiten nutrientes, como el fósforo.
Sin embargo, los suelos no permanecen inalterables. Acontecimientos históricos como la llegada de los árabes con novedosas técnicas de riego o el descubrimiento de América y la subsiguiente introducción de nuevas especies cultivables han propiciado cambios en los suelos que sería curioso analizar.
Esta constante evolución hace que los desafíos a los que se enfrenta la conservación del suelo también vayan cambiando. “Los problemas de erosión que tenía España han disminuido por el abandono de las zonas menos productivas y con más riesgos, pero este fenómeno tiene otras consecuencias, como el aumento de la biomasa que, a su vez, favorece los incendios durante el estiaje”, señala el experto.
De la erosión a la contaminación
En los últimos años las políticas ganaderas han incentivado un exceso de cabezas que también conlleva erosión del terreno por sobrepastoreo o sobrexplotación.
Asimismo, el riego en zonas áridas suele propiciar la salinización, sobre todo cuando se realiza con aguas fósiles (aguas subterráneas procedentes de acuíferos muy antiguos) cada vez a más profundidad.
Por otra parte, a medida que aumenta el desarrollo socioeconómico “se están usando los suelos como depuradores de residuos o subproductos de la vida urbana, lo que propicia la contaminación edáfica”, destaca el científico del IRNASA, que aboga por la necesidad de conocer mejor los procesos descontaminantes.
Todas estas cuestiones se abordan en un libro que supone una importante aportación española al Año Internacional de los Suelos por parte de edafólogos con diferentes especializaciones, desde la Geología a la Biología o la Química, ilustrándose con mapas que incluyen los últimos avances en cartografía de suelos.
Ha sido la editorial Springer, una de las principales editoriales científicas del mundo, quien lo ha publicado, lo que garantiza una gran distribución internacional.
Los suelos del mundo
No obstante, los principales problemas del suelo hoy en día se encuentran en los países en vías de desarrollo, con casos graves de erosión y contaminación, “sobre todo en la zona andina”.
Generalmente, gran parte de esa población vive del sector primario y los terrenos (generalmente minifundios) se encuentran sobreexplotados para alimentar a personas y animales, lo cual lleva a una pérdida de riqueza en materia orgánica edáfica y, por tanto, de fertilidad y de suelo por erosión.
El resultado es que cada vez existe menos suelo agrícola disponible. Como consecuencia social, la población empobrecida, a veces discriminada, emigra en masa a las grandes ciudades, donde se generan gigantescas bolsas de pobreza.
En estos países la frontera agrícola se va ampliando, pues cada vez hace falta más terreno para alimentar a una población creciente, por lo que la desforestación va en aumento; pero “Europa no pude dar lecciones a nadie”, opina Gallardo, ya que durante siglos ha hecho lo mismo, de tal manera que hoy en día “no queda ni un bosque natural en Inglaterra o Alemania y solo residualmente en España”.