En los últimos años hemos tomado mayor conciencia de que prácticamente todo el sistema planetario es vulnerable a la gracia del hombre, la que está lejos de ser insignificante. En particular, hoy en día contamos con evidencia suficiente que indica que el océano ha padecido a manos de la humanidad durante milenios, al menos desde la época romana.
Estudios recientes muestran que la degradación, particularmente en las áreas costeras, se ha acelerado dramáticamente en los últimos tres siglos a merced de la descarga industrial y la contaminación de ciudades costeras: la mayoría de los desechos que producimos en tierra finalmente llega a los océanos.
Etapas de la historia
Cuando los arqueólogos estudian el pasado, se utilizan tres materiales para marcar etapas clave de la historia: la Edad de Piedra, la Edad de Bronce y la Edad de Hierro.
A pesar de que sus límites están lejos de ser exactos y varían geográficamente, esta división ayuda a dar una idea de lo que las personas que vivían entonces eran capaces: los seres humanos de la Edad de Piedra podían controlar el fuego y hacer objetos punzantes; aquellos de la Edad de Bronce formaron redes comerciales para intercambiar metales y otros bienes; y en la Edad de Hierro podían forjar herramientas más baratas y formar asentamientos más permanentes.
A medida que los seres humanos moldeamos cada vez más el planeta, los impactos de nuestras elecciones materiales sólo aumentan. Entre los elementos que destacan, se encuentran el silicio, el aluminio, la precipitación de elementos nucleares, la electricidad y el plástico.
Este último, que se volvió más popular en la década de 1950, se ha convertido en una parte integral de nuestras vidas y ha sido capaz de remodelar todo lo que nos rodea.
El plástico, que ha redefinido nuestra cultura material, se está extendiendo rápidamente por todo el planeta. Hay mucho más plástico en el mundo de lo que imaginamos y, tal como el resto de los desechos, en algún punto este llega a los océanos, el «fregadero final».
Contaminación plástica marina
La naturaleza generalizada de la contaminación plástica marina se puso de relieve en una reciente Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, una muestra de que el problema de la contaminación plástica en los mares y océanos del mundo ha atraído una creciente preocupación de la comunidad internacional.
La increíble cantidad de 8 millones de toneladas métricas de contaminación plástica ingresan a los océanos, provenientes de los 192 países costeros del mundo.
Un estudio determinó que a la fecha la humanidad ha producido cerca de 9 mil millones de toneladas de plástico, la mayoría de las cuales ha terminado como basura, y se estima que hay alrededor de 5 billones de piezas de plástico flotando en el océano, cuyo peso roza las 250 mil toneladas.
Mirando a un futuro cercano, estamos en camino de haber generado alrededor de 13 mil millones de toneladas de este material para 2050, lo que se traducirá, de una forma u otra, en microplásticos -fragmentos diminutos de plástico degradado-.
Últimamente este tipo de basura se ha encontrado en más cantidad y a mayores profundidades de lo que se pensaba: incluso en las diminutas criaturas marinas más remotas que viven a casi 11 kilómetros bajo la superficie.
Océano Pacífico
En el océano Pacífico se encuentra el lugar obstruido por plástico más famoso del planeta: «El Gran Parche de Basura del Pacífico».
Adicionalmente, billones de las partículas terminan en el hielo marino del Ártico, lugar donde las concentraciones son varios órdenes de magnitud mayores que las encontradas incluso en aguas superficiales altamente contaminadas.
Y se estima que una mayor cantidad de microplástico podría ser liberada a medida que el sector se derrite debido al cambio climático -como podemos ver, el calentamiento global aparece una y otra vez para exacerbar otros problemas-.
Algunas soluciones que se han propuesto consideran el despliegue de una barrera flotante de 100 kilómetros de longitud en el Gran Parche de Basura del Pacífico, la que pretende eliminar la mitad del plástico presente.
Otros señalan que sería más efectivo colocar equipo de limpieza donde gran parte de la contaminación se origina, es decir, cerca de las costas de China e Indonesia.
No obstante, este tipo de respuestas parecen inverosímiles a largo plazo y posiblemente lo mejor sería clasificar a los más dañinos como materiales peligrosos, con tal de que las instituciones correspondientes tengan el poder de restaurar los hábitats afectados y evitar que se acumulen más desechos.
Al final, parece ser que la única alternativa con alguna veracidad de poder limitar el impacto es reducir el uso de estos materiales, mejorar la gestión de los desechos y del reciclaje para impedir que lleguen al agua, y más fundamentalmente, disminuir el uso del plástico.
¿Por qué esto debería preocuparnos más allá de querer mantener nuestros mares libres de contaminación?
Los «océanos de plástico» significarían una amenaza no solo para el medio ambiente, sino posiblemente para la salud humana. Una reflexión que podemos hacer es la siguiente: nuestros cuerpos están hechos de agua, huesos, sangre, músculos y grasa; pero si nuestra dieta incluye mariscos o agua de grifo, también encontraríamos dentro de nosotros algunas piezas de plástico.
Estudios recientes han encontrado microplásticos en estas fuentes. Los análisis apenas están comenzando y aún es demasiado temprano para saber a ciencia cierta cuáles son los efectos del consumo de microplásticos en los seres humanos. Pero los desechos plásticos pueden dañar físicamente la vida silvestre y los reportes de contaminación de los sistemas de agua dulce y hábitats terrestres van en aumento.
Muchos residuos de este tipo pueden ser químicamente dañinos en algunos contextos, ya sea porque ellos mismos son tóxicos o porque absorben otros contaminantes. Los componentes de los plásticos, así como los productos químicos y metales, pueden viajar a los cuerpos de los organismos marinos cuando se consumen.
Microplásticos
Luego, si bien la toxicidad de los microplásticos está demostrada en concentraciones más altas que las encontradas en los océanos, el plástico se puede detectar en los cuerpos de más del 50% de las tortugas marinas del mundo gracias a su ingesta.
Se estima que el 90% de todas las aves marinas, al confundirla con alimento o atraídas por los químicos de la basura, han ingerido plástico en algún momento de sus vidas; que los peces lo consumen en cantidades grandes cuando está disponible, afectando sus patrones de comportamiento, generando deformidades e incrementando su mortalidad.
Aparte del enorme daño sobre la fauna marina, el plástico es tan penetrante en el entorno natural que, al mirar dentro del cuerpo de cualquier animal, incluidos los seres humanos, probablemente se encuentre al menos un rastro de este elemento.
Así, aunque por ahora no lo notemos, la basura que estamos generando, poco a poco, vuelve a nosotros.
Fuente: Fernando Acosta / Extracto del libro “La forma en que vivimos”,