Los vecinos de la zona aún recuerdan el rastro de los afluentes de O Zondal, el vertedero donde Vigo depositó todos sus residuos, domésticos y peligrosos, durante más de 20 años. El regato que formaban desde el vértice de la vaguada donde se instaló el vertedero aniquiló como lava toda la flora que tocó en el bosque que desciende hacia Fragoselo. Luego se acomodaron espontáneamente a ese suelo contaminado eucaliptos y silvas que hoy ocultan cualquier evidencia a la vista.
El vertedero fue sellado en 2001. Pero el Ayuntamiento se ha desentendido del seguimiento de su evolución y no se han tenido en cuenta las normas europeas ni estatales ni autonómicas, que obligan a mantener un riguroso control sobre los vertederos sellados. Máxime, como es el caso, cuando siguen rezumando lixiviados, altamente contaminantes y con previsibles arrastres de los residuos industriales y hospitalarios que se depositaron.
En la cumbre de O Zondal acompaña el ruido del motor que sigue extrayendo metano de las tripas del vertedero. También siguen saliendo lixiviados, el líquido que forma la materia orgánica al degradarse. En su composición se han detectado más de 200 componentes, algunos cancerígenos y muchos difícilmente degradables, una severa amenaza para la salud pública.