La contaminación acústica está tan presente en nuestro día a día, que paradójicamente, en ocasiones llegamos a no escucharla. Sin embargo, se trata de un grave problema medioambiental que no se restringe al entono urbano.
El ruido causa 16.600 muertes prematuras al año en Europa, casi 32 millones de adultos sufren de estrés y otros 13 millones sufren problemas de sueño, según estimaciones de la Agencia Medioambiental Europea recogidas por Ecologistas en Acción.
Cuando hablamos de contaminación acústica pensamos en el tráfico de las grandes ciudades, no en la naturaleza. Sin embargo, existen áreas naturales en las que el nivel del ruido se multiplica por diez por la acción del hombre.
Un estudio de la universidad de Colorado publicado en la revista Science, revela que el 63% de las áreas naturales protegidas de EEUU registra ruidos de origen humano, que duplican el volumen de los sonidos de la naturaleza.
“Tenemos un verdadero problema que se está agravando exponencialmente”, explica José Escudero, educador y guía de las excursiones didácticas Un paseo para percibir la naturaleza por medio del juego y la música, que organiza el Centro Nacional de Educación Ambiental (Ceneam).
“Se ha convertido en algo habitual encontrar a gente en un paraje idílico escuchando música en lugar de la sinfonía de los pájaros”. Ante situaciones como, por ejemplo, en las que un ritmo reguetonero impide alcanzar a oír el sonido del oleaje, Escudero llama a la acción: “Tu derecho acaba donde empieza el mío. Los altavoces portátiles han propiciado que esto cada vez sea más frecuente y eso es un problemón. Necesitamos el silencio, necesitamos poder escuchar lo que de verdad está pasando a nuestro alrededor”.
Música y naturaleza
Si prestamos atención, en silencio también oiremos alguna que otra melodía. La música y la naturaleza “están íntimamente ligadas”, apunta Escudero, “la música se construye a partir de estructuras que reconocemos. Las más básicas están asociadas a fenómenos naturales. Lo más primitivo que puede haber del ritmo serían las pisadas, algo que reconocemos como cíclico, que se repite».
Escudero, autor del libro Juegos musicales en la naturaleza, propone a los participantes del taller, volver a conectar con estos sonidos. “Cada paisaje tiene su música y yo les invito a escucharla. Estamos tan acostumbrados a ir en grupo que no nos paramos a escuchar lo que hay alrededor”.
Los participantes de sus talleres deben permanecer en silencio unos minutos a solas, desperdigados entre los álamos y chopos de Valsaín (Segovia), “muchos adolescentes me han dicho: ‘nunca había estado tanto tiempo yo sólo escuchando’”.
A continuación, “les indico que capten alguna secuencia que se repita –el canto de un grillo, el galope de un caballo, etc.-, con la que luego haremos música”. Una vez en grupo y ayudándose de elementos recogidos en la naturaleza, cada uno reproducirá el ritmo que haya elegido hasta construir entre todos una composición.
“Es una forma distinta de tomar conciencia del mundo que nos rodea”, asegura Escudero. Si queremos seguir oyendo “la música de la naturaleza”, y no de un entorno degradado, debemos aprender a valorar nuestro entorno y cada pequeño elemento que lo compone.
Fuente: Ana Mª Nimo / Planeta Inteligente – EL MUNDO,
Artículo de referencia: http://www.planetainteligente.elmundo.es/eco/apagar-el-ruido-para-oir-la-musica-de-la-naturaleza,