Desde el inicio de la pandemia de la COVID-19, los medios digitales y especialmente las redes sociales se han convertido en el nuevo espacio para la interacción social. Conectarse continuamente a la red es una realidad cada vez más normalizada, y está teniendo consecuencias en la salud mental de una parte de la población.
Inicialmente, la pandemia causó alarma y estrés en la población general. El miedo a la enfermedad se podría explicar por la novedad e incertidumbre que generaba. El creciente número de pacientes y casos sospechosos suscitaron la preocupación del público por infectarse.
El miedo se exacerbó por los mitos y por la desinformación en las redes sociales y medios de comunicación, a menudo impulsado por noticias erróneas y por la mala comprensión de los mensajes relacionados con el cuidado de la salud.
El aumento de noticias, bulos y verdades a medias durante el periodo de confinamiento ha propiciado un amplificador para todo tipo de teorías, donde las distorsiones de pensamiento han tenido su eco más notable en el movimiento negacionista.
Distorsión y tergiversación
Para Paul O’Shea el negacionismo es un movimiento social basado en el rechazo a aceptar una realidad empíricamente verificable. Para justificar este rechazo se emplean distorsiones y tergiversaciones de las posturas contrarias.
Las sesgos cognitivos son una forma de error o disfunción en el procesamiento de la información que distorsionan nuestra percepción de la realidad. Los pensamientos distorsionados que realizamos acerca de nosotros mismos, del mundo y del futuro nos llevan a desarrollar estados de ánimo disfuncionales tales como ansiedad y depresión. Ser conscientes de las vulnerabilidades de nuestro pensamiento fomenta el escepticismo y nos protege de posibles engaños y manipulaciones.
COVID-19 y salud mental
La información científica sobre la COVID-19 aumenta continuamente, pero la mayoría se centra en los aspectos virológicos y epidemiológicos del virus y en las medidas de salud pública, dejando de lado los posibles efectos en la salud mental.
En cualquier emergencia sanitaria los problemas de salud mental son frecuentes. Se han realizado estudios específicos sobre las redes sociales en internet encontrándose resultados que permitieron ver que existe una relación entre la adicción a Facebook y la baja autoestima, la depresión y la falta de habilidades sociales.
De acuerdo con la evidencia revisada, se ha demostrado que durante la fase inicial de la pandemia de la COVID-19 fue común la presencia de ansiedad, depresión y reacción al estrés en la población general. En palabras de Helena Matute, “no podemos sacar conclusiones sobre la eficacia de algo si solo tenemos los datos de lo que ocurre cuando ese algo está presente”.
COVID-19: análisis tendencioso de la realidad
A partir de finales de la década de los años 50 se empezaron a desarrollar nuevas ideas en el campo de la ciencia que en Psicología se sistematizaron dentro de lo que hoy se denomina Procesamiento de información.
Diversos estudios han mostrado que los individuos poseen limitaciones al procesar la información social, lo que en muchas ocasiones lleva a un análisis tendencioso de la realidad.
Durante esta pandemia hemos sido testigos de comportamientos inexplicables por parte de algunos sectores de la población como los adolescentes y los negacionistas, que han salido a la calle y a manifestarse sin mascarillas y sin respetar las normas dictadas para contrarrestar esta crisis global sanitaria.
Pero todo esto tiene una explicación cognitiva. Por ejemplo, la ilusión de invulnerabilidad es un sesgo cognitivo que implica una tendencia a creer que uno mismo tiene menos posibilidades que la persona media de que le ocurran eventos negativos.
En el contexto de la pandemia, este sesgo ha estado bastante extendido en la población más joven y en ciertos sectores negacionistas, llegando a provocar un grave problema social como resultado de la irresponsabilidad personal y colectiva.
El falso consenso es otro sesgo que se ha expandido como la pólvora por las redes sociales. Este sesgo cognitivo nos lleva a pensar que nuestra manera de pensar es más popular de lo que realmente es. Las campañas orquestadas mediante las redes sociales por los movimientos negacionistas de la pandemia han sobrestimado el grado de acuerdo que los demás tienen para con las mismas ideas, actitudes o comportamientos.
Alfabetización digital
La alfabetización digital debe ir de la mano del desarrollo de las competencias ciudadanas. La formación ciudadana del siglo XXI se fundamenta en un patrón de conocimiento, construcción y participación sociopolítica y económica, donde la tecnología se considera una herramienta fundamental y juega un rol de privilegio para su real y efectiva implementación.
Existe una confusión entre lo que es real y lo que no en las pantallas, y como cada vez pasamos más tiempo con ellas, al final tienen una gran influencia en nuestra vida, nuestras opiniones y nuestra forma de ver el mundo, asegura Adolfo Plasencia. También lamenta que la ciencia “moleste” a una sociedad polarizada y aboga por una nueva alfabetización digital.
El movimiento negacionista se ha retroalimentado de unas redes sociales donde la frontera entre lo veraz y lo falaz es cada vez más invisible. La comunidad científica en general tienen el desafío social de acercar el conocimiento científico al publico general. La ciencia puede ser una buena aduana informativa donde la investigación contrastada ponga en tela juicio al pensamiento irracional.
Artículo de referencia: https://theconversation.com/redes-sociales-sesgos-cognitivos-y-coronavirus-147697,
Interesante artículo. Aunque creo que no pondera, ni siquiera menciona, los intereses económicos que se mueven detrás de los denominados «negacionismos». Desde grupos (o grupúsculos), que medran con la ignorancia de los niveles más depauperados de la sociedad, hasta los «mass media» que, en pos de mantener y aumentar sus audiencias, se hacen eco y divulgan cualquier bulo o verdad-a-medias, pero que les repercute en ingentes beneficios por publicidad. Se diluye, por tanto, cualquier concepto ético de ciudadanía en infumables tertulias y pretendidos programas y noticieros que resultan ser formidables distorsionadores y mal formadores de la ciudadanía: demasiada información, mal presentada, llena de tonterías absurdas, sobredosis de datos manoseados por «opinólogos» de tres a cuarto. En fin, no perder de vista estos detalles.