Más de 30 años después de su puesta en marcha, Internet conecta a millones de personas en una red global sin precedentes en la historia de la comunicación. La clave reside en los cientos de cables marinos que conectan los continentes.
Internet como lo conocemos actualmente nació de la mente de Tim Berners-Lee, un ingeniero británico que el 12 de marzo de 1989 presentó su idea de crear una red informática global.
Su objetivo era tener un “vago pero ilusionante espacio, libre y abierto, para que toda la humanidad pudiera compartir ideas y conocimientos”, tal y como ha recordado él mismo en la página World Wide Web Foundation.
A Berners-Lee le debemos el desarrollo de los pilares fundamentales de Internet: el lenguaje de hipertexto o HTML, el HTTP (protocolo de transferencia de información en la red) y el identificador de cada página web o URL.
Además, el padre de Internet también fue el responsable de crear el primer navegador web y el primer servidor. No es de extrañar que en 1997 recibiera el título de Sir por sus logros en el campo de la informática.
Cables bajo el agua
Para entender cómo estamos conectados con todas las partes del planeta y la velocidad a la que lo hacemos tenemos que mirar bajo el agua. En las profundidades de los mares y océanos que nos rodean se encuentran cientos de cables que conectan los distintos países y continentes.
En total, son 378 los enormes cables que hacen posible que podamos compartir información de forma inmediata, incluso con personas que se encuentran al otro lado del globo.
El primero de estos cables fue instalado en 1996 y conectó Estados Unidos con el Reino Unido. Dos décadas después, más de un millón de kilómetros discurren por las profundidades marinas.
Algunos de ellos son relativamente cortos como el que conecta Irlanda con el Reino Unido (de 131 kilómetros de longitud), mientras que otros son increíblemente largos, como el de 20.000 kilómetros que une Asia con Norteamérica. El más profundo se encuentra en Japón y transcurre a 8.000 metros de profundidad.
Y es que, actualmente, más del 95% del tráfico de voz y datos pasa por esa infraestructura por lo que es importante su buen estado de conservación. En este sentido, existen algunos riesgos que pueden provocar fallos en la transmisión de información.
Como se explica en la base de datos Submarine Cable Map, los riesgos más comunes van desde las anclas de los barcos y accidentes pesqueros hasta los mordiscos de tiburones o factores ambientales como los terremotos. De todas formas, es raro que los cables sufran graves daños y son pocos los casos en los que esto ocurre.
Una red global a medias
A pesar del alcance al que ha llegado Internet, conectando a millones de personas alrededor del mundo, la realidad es que, actualmente, alrededor de la mitad de la población mundial no tiene acceso. Esto se explica básicamente por dos razones.
Por un lado, la censura que, en países como Corea del Norte o Irán impide un acceso libre a la información e incluso bloquea el acceso a redes sociales y otras páginas web. En segundo lugar, el subdesarrollo tecnológico: en los países más pobres Internet sólo llega a un porcentaje muy pequeño de la población, como por ejemplo en Eritrea o Somalia, donde menos del 2% de sus habitantes tiene acceso a la red.
Internet, retos de futuro
Que Internet ha contribuido a globalizar y conectar culturas y sociedades de todo el mundo es innegable. Aún así, la red no está exenta de factores que amenazan a la calidad de la información que circula y la libre utilización de los datos de los usuarios.
Casos como la piratería, las fake news o el ciberacoso constituyen un mal uso de Internet ya que, como dice Berners-Lee, “es prácticamente imposible de erradicar” aunque sí que “podemos crear leyes y códigos para minimizar este comportamiento, como siempre hemos hecho en el mundo offline”, apunta.
Por otro lado, el modelo de negocio también se ha puesto en entredicho como, por ejemplo, el uso de nuestros datos personales que hacen grandes empresas como Google o Facebook. Nuestros datos ya no son privados y las compañías hacen uso de ellos para mandarnos anuncios y conducir nuestros hábitos en la red.
En este sentido, el creador de Internet afirma que “nadie pide que el software sea ético, y por eso desde la World Wide Web Foundation creemos que es necesario colaborar con especialistas en derechos humanos y abogados para definir cómo deben ser la tecnologías del futuro”.
Internet ya ha dejado atrás su adolescencia y primera juventud, e inicia ahora un camino de madurez en el que definir cómo internautas y compañías confeccionarán el modelo a seguir en los años venideros.
Tres décadas después, Internet se enfrenta a una realidad donde cada vez más, los usuarios demandan más democratización y libertad para navegar sin tener que ceder sus datos personales a las empresas. Este y otros retos como ampliar su alcance, marcarán el futuro de este revolucionario invento.
Fuente: David Llobet / National Geographic,
Artículo de referencia: https://www.nationalgeographic.com.es/ciencia/internet-red-miles-cables-submarinos_13997,