Hoy en día es más difícil para el gran público ser consciente de la dimensión de la huella ecológica que tienen las nuevas tecnologías.
Es cierto que la conciencia de la opinión pública y las instituciones bascula desde una peligrosa indiferencia hasta convertirse en uno de los temas de cabecera de importantes cumbres al más alto nivel, pero, con los centros emisores de polución que se desplazan del extrarradio de nuestras ciudades al otro lado del mundo, no todos somos conscientes de lo que supone para el medio ambiente la construcción de la batería de coche eléctrico, o el minado de un activo totalmente digital, como un bitcoin.
Más allá del resultado final
Aunque lo que recibimos como consumidores finales es un producto limpio, bonito y aparentemente respetuoso con el medio ambiente, lo cierto es que la práctica totalidad de los insumos que tenemos disponibles tienen componentes de todo el mundo, porque la globalización ha hecho posible que sea más barato y eficiente juntar un montón de piezas, creadas bajo un sinfín de legislaciones laborales y medioambientales distintas y que han viajado desde los cuatro puntos cardinales antes que recopilar las materias primas y crearlo todo en un mismo lugar.
Y esta es la primera gran decisión contaminante, ya que el transporte es mayormente marítimo y los grandes buques oceánicos utilizan combustibles que emiten altísimas cantidades de contaminantes, de hecho según un estudio de The Guardian, la decena y media de los buques de transporte más grandes emiten tanta contaminación como cientos de millones de automóviles, aunque también es cierto que su capacidad de transporte también es millones de veces más grande que la de los citados vehículos.
Coste energético
El coste energético es el siguiente de los gran contaminantes, ya que a pesar de que el uso de un coche eléctrico será mucho menos lesivo per se para el medio ambiente que el uso de un automóvil de combustión interna, la electricidad producida para cargar sus baterías proviene de las más diversas fuentes; eólica, hidroeléctrica, centrales de combustibles fósiles, nucleares… es decir, mientras no produzcamos mayoritariamente nuestra energía de forma limpia, no importará tanto en qué automóvil nos movamos, ya que un coche eléctrico tardará muchos, muchísimos kilómetros en compensar la contaminación que emite su construcción y recarga.
Otro tanto ocurre con una de las últimas y más populares incorporaciones al mundo de los activos financieros, las criptomonedas, a pesar de no contar con un avatar físico que requiera de materias primas y energía para producirse.
Las más populares, si nos atenemos a su nivel de capitalización a día de hoy, son bitcoin, ethereum y tether, aunque hasta hace poco era XRP la que ocupaba la tercera posición.
En el caso de las criptomonedas, el proceso de minado es a veces enormemente costoso en términos energéticos, ya que el minado de una criptomoneda es el resultado de la resolución de complejas operaciones matemáticas, que requieren un gran consumo para los equipos informáticos. ¿Es entonces imposible operar con ellas sin causar un gran quebranto al medio ambiente? Pues no del todo.
Operar de forma “limpia” con criptomonedas
Aprovechar las criptomonedas sin minarlas es posible de varias formas, comprándolas y vendiéndolas (de hecho esto es mucho más común que la criptominería, que no está ni mucho menos al alcance de cualquiera) u operando mediante productos derivados, en los cuales no se compra ni vende el producto final, sino que se especula con las cotizaciones.
En el caso del trading de criptomonedas mediante CFDs -contratos por diferencia donde se trata de prever la tendencia del mercado y abrir las operaciones en consecuencia- hay que tener dos cosas muy claras; no se compra el activo operado, las órdenes en trading se llaman de compra” o “de venta”, pero no es para comprar criptomonedas, es decir, al finalizar sus operaciones el trader tendrá beneficios o pérdidas pero no criptomonedas, y por lo tanto no deberá preocuparse de su custodia.
Por otra parte es necesario saber que los CFDs son productos complejos y de riesgo que se sirven del apalancamiento, que multiplica el valor de los fondos del trader por el nivel de apalancamiento utilizado accediendo así a más capital del que en realidad dispone, lo que lógicamente puede conllevar muy elevadas pérdidas para los inversores.
CFDs
Pueden sucederse bruscos movimientos que cierren las posiciones del trader a pesar de que su previsión del mercado fuese correcta –por condiciones del mercado o por la volatilidad intrínseca al activo que se opere, que en el caso de las criptomonedas es alta-, a veces a favor y a veces en contra, y cada movimiento de precio incluso aunque sea pequeño es acentuado enormemente por el hecho de operar apalancados; a mayor apalancamiento y menores recursos propios utilizados por el trader para responder de los resultados de las operaciones mayor riesgo de grandes pérdidas soportará.
Por supuesto, si nos permiten un consejo, antes de arriesgar ningún dinero consideren si es conveniente o no para sus inversiones entrar a operar cuando los mercados se presentan tan volátiles, aumentando considerablemente el riesgo para el capital.
Como nuestro diario deja patente en cada artículo, existir implica dejar una huella ecológica más o menos onerosa, pero como demostramos día a día, se puede hacer de todo y a la vez minimizar nuestro impacto negativo.
Fuente: Redacción,