La producción de energía lleva asociada una problemática muy diversa en cuanto a sus efectos en el medio ambiente.
Ya en el año 2000 a.C. ,los chinos utilizaban masivamente el carbón, los babilonios el asfalto y el petróleo crudo y los pueblos del Oriente Medio el gas natural, como combustibles. Estas aplicaciones primarias iniciaron su industrialización en el siglo XVII, y desde entonces, los esfuerzos de optimación han ido acompañados de la reducción de los niveles de contaminación, la seguridad y la eficacia.
Las enormes áreas necesarias para la extracción de los combustibles, los grandes centros de almacenamiento y puntos de distribución, los tendidos eléctricos, las centrales de producción de energía, las infraestructuras de transporte y muchos otros temas, influyen de forma compleja y creciente sobre la ordenación territorial y sobre la población.
Por lo general, las energías renovables son más respetuosas con el medio, y los niveles de emisión gaseosa, residuos, cenizas, etc., son muy inferiores a los que se producen utilizando combustibles fósiles.