El baldeo es un tratamiento de limpieza que se basa en proyectar agua a presión contra los residuos depositados en la superficie viaria con objeto de arrancarlos y transportarlos por la corriente del agua hasta el imbornal de alcantarillado más próximo. El agua puede provenir de una manguera conectada a la red de riego de la ciudad, caso en que se denomina baldeo manual; de las toberas de un vehículo cisterna con bomba de presión, baldeo mecánico; o bien, de una manguera conectada a un vehículo de este tipo, baldeo mixto.
El baldeo, destinado a la limpieza, no debe confundirse con el riego de calles, cuya única función es la de humectar el suelo para evitar el levantamiento de polvo y refrescar el ambiente. El riego se ha realizado en nuestras poblaciones desde muy antiguo, ya que se puede llevar a cabo en superficies no pavimentadas. La forma tradicional ha sido transportar el agua en carros tirados por caballerías a las que se acoplaba una cuba o pipa. Este depósito disponía de una barra o boquilla multihoradada por donde salía el agua por la propia fuerza de la gravedad.
Al contrario que el barrido, que se remonta a tiempos lejanos, el baldeo tal y como se concibe actualmente es un tratamiento de limpieza relativamente reciente. En las ciudades españolas, el baldeo de las calles mediante mangueras conectadas a la red de riego comenzó a proliferar a partir de los años 30, pero siempre circunscrito a los cascos históricos y a los ensanches residenciales con gran densidad comercial. Estas zonas urbanas disponían de pavimentos continuos, ya que fueran losas de piedra ajustadas, típicas de los cascos históricos, o losetas de hormigón en las aceras y macadán en las calzadas; y de bocas de agua en cantidad suficiente como para hacer posible este tratamiento.
Los equipos de baldeo manual estaban compuestos por tres operarios: el oficial baldeador, el ayudante que colaboraba en el transporte de la manguera, la conexi ón a la red, la apertura de la llave y la regulación del caudal, y ayudaba con una escoba a la acción del agua, y por último, el empleado encargado de recoger los residuos que no habían ido al alcantarillado con una pala corta y un capazo, cargándolos en el carrito manual de que disponía para ese menester.
La operación de baldeo se basaba entonces más en el arrastre de los residuos por el caudal de agua que por la presión, llegando a tener las mangueras un diámetro de hasta 100 milímetros con una boquilla de latón sin ningún mecanismo de regulación. Esta se conseguía por hábiles movimientos de dedo índice del oficial baldeador. Las nuevas tecnologías han permitido fabricar las mangueras de menos diámetro y las boquillas con mecanismos que regulan presión y forma de chorro, haciendo el trabajo más efectivo con menor consumo de agua. El carro del baldeo, al igual que en el barrido manual, ha ido sufriendo modificaciones para hacerse menos pesado, hasta que el uso generalizado de contenedores para la recogida de los residuos sólidos urbanos posibilitó el diseño de carritos portabolsas mucho más ligeros y manejables.
En los años 50 se empezaron a incorporar a la limpieza de las calles de los camiones cisterna para baldeo. Anteriormente lo habían hecho los destinados al riego, que han ido experimentando sucesivas modificaciones en cuanto a potencia, fiabilidad de las bombas y control y regulación de las salidas de baldeo.
En la actualidad existe una amplia gama de máquinas baldeadoras de baja y media presión con distintos tipos de boquillas y conexiones para mangueras, unas destinadas específicamente al baldeo de calzadas, otras al de aceras y otras para fines especiales.
El baldeo con agua a baja o media presión es el instrumento de limpieza más eficaz que puede utilizarse en las calles de una ciudad. El agua arrastra todos los residuos que se encuentran sobre los pavimentos, incluso los de menor granulometría, hasta los imbornabes o sumideros de la red de alcantarillado.
Parte de los residuos viarios est án constituidos por polvo, conteniendo partículas de metales pesados, derivados del benceno producidos por los automóviles, la industria o las calefacciones, por deyecciones de animales de compañía o excrementos de caballos, por grasas de diversos orígenes, etc. Todos estos elementos tienen efectos medioambientales negativos y ninguno puede retirarse completamente con el tratamiento de barrido. Para que su eliminación sea definitiva es imprescindible recurrir al uso del agua como elemento de limpieza. El empleo del agua en los tratamientos de baldeo, en las cantidades precisas para obtener un adecuado nivel de limpieza, no debe considerarse ni un capricho ni un lujo, sino una necesidad medioambiental, porque alcanza al campo de la higiene y de la salud, pues previene o reduce la incidencia de determinadas alergias y enfermedades bronquiales y respiratorias. También las redes de evacuación de aguas residuales se benefician, sobre todo en épocas de lluvias escasas, cuando el agua empleada en el baldeo corre por sus conducciones, arrastrando los residuos, reponiendo los cierres sinfónicos y eliminando malos olores.
Dentro del conjunto de los tratamientos de limpieza, los baldeos representan una fracción mínima. En la medida de las ciudades españolas, el porcentaje de medios destinados al baldeo oscila entre el 10 y el 15% del total de los destinados a la limpieza viaria, y en la mayoría de las poblaciones pequeñas este servicio es inexistente. La obligatoriedad de tener en las dos aceras bocas de riego no separadas más de 50 metros entre sí y el hecho de que el costo de este servicio sea como mínimo el doble que el del barrido, hacen que el baldeo se restrinja como tratamiento básico de limpieza a los cascos históricos y áreas comerciales y céntricas de las ciudades, y no se emplee en el resto o sólo se emplee como tratamiento complementario con frecuencias dilatadas.
Cuando no se dispone de bocas de riego uniformemente repartidas y es preciso baldear, debe recurrirse a los tratamientos de baldeo mecánico o mixto, en los cuales el agua no procede directamente de la red sino de los depósitos que incorporan las baldeadoras, las máquinas destinadas a realizar este tratamiento de forma mecanizada.
El tratamiento de limpieza que da mayor calidad es sin duda alguna el baldeo; por ello, si se pretende conseguir unos niveles de limpieza excepcionales y de alta calidad, debe utilizarse este servicio.
El baldeo manual como tratamiento básico o alternado como el barrido manual, o los baldeos mecanizados para calzadas y aceras que lo permitan, combinados también con los tratamientos de barrido con mayor o menor intensidad, incrementan de forma sustancial los niveles de calidad de la limpieza viaria.
Este tratamiento de limpieza viaria esta ampliamente ampliado en siguientes artículos.