Los residuos viarios no constituyen un problema medioambiental grave, pero su presencia puede suponer contaminación visual y riesgos higiénicos y sanitarios. El concepto de ciudad limpia y el nivel de satisfacción o insatisfacción de los ciudadanos ante un mismo grado de ensuciamiento viario está en relación con su nivel cultural y con sus hábitos y costumbres. Aun teniendo esto en cuenta, una ciudad limpia, en la que la producción de residuos viarios sea discreta, presenta un crecimiento armónico y ordenado, atrae actividad y turismo y produce satisfacción en sus propios habitantes. Una ciudad sucia, en cambio, origina en los mismos una actitud de rechazo y una merma de calidad de vida que llega a influir negativamente en su rechazo.
La contaminación visual, producida por residuos viarios de granulometría considerable, llega a agredir de forma grave la estética de las áreas urbanas. Las consecuencias son múltiples: áreas degradadas que son abandonadas por sus habitantes, polígonos industriales que quedan frenados en su desarrollo, zonas urbanas cuyos inmuebles pierden valor económico, etc. Incluso cuando las áreas son rehabilitadas, estas recuperaciones nunca serán duraderas si no se evita su degradación por los residuos viarios.
Desde este punto de vista, la contaminación visual es un problema importante que afecta al desarrollo y a la calidad de vida de los pueblos y ciudades.
La contaminación por elementos de granulometría menor, fracciones ligeras de los residuos viarios, resulta todavía más preocupante. Metales pesados como el plomo, el cadmio, el níquel y el mercurio, que proceden generalmente de los gases de combustión, están presentes en los suelos de las ciudades. Sus efectos suelen ser acumulativos y perniciosos en los seres vivos. Derivados del benceno, sustancias alquitranadas producidas por combustiones incompletas e hidrocarburos aromáticos, en aumento últimamente por su uso como antidetonantes en la gasolina sin plomo, también se sedimentan en las áreas urbanas y propician enfermedades pulmonares, respiratorias y dérmicas. Los insecticidas, fertilizantes, residuos líquidos con alto contenido en sustancias orgánicas, compuestos de azufre, especialmente el dióxido de azufre, procedentes de la combustión de los carburantes sólidos, son otro grupo que se asienta en la vía pública y que entraña riesgos medioambientales que afectan a la población, a la fauna y a la flora. Las deyecciones de los animales que transitan por la vía pública, y en especial de los perros, son otro foco de riesgo potencial. Los virus patógenos, el tétanos, los microparásitos, aunque no suelen manifestarse, están presentes.
La limpieza viaria se plantea con criterios de imagen pública, pero el arranque y eliminación de las fracciones ligeras es imprescindible. Hay que tener en cuenta la creciente vulnerabilidad del ser humano manifestada en nuevas enfermedades, en el crecimiento de los trastornos dérmicos y en otros desequilibrios que la ciencia médica todavía no sabe a qué atribuir. Con seguridad, son innumerables las causas que los provocan, y entre ellas figuran los riesgos que se derivan de estos residuos viarios.
Entre los tratamientos de limpieza, el baldeo a alta presión de calzadas y áreas peatonales es una buena herramienta para asegurar el arranque de estas pequeñas fracciones de mayor riesgo ambiental y su posterior incorporación en el circuito de depuración de las aguas residuales urbanas.