La misión se realizó en el buque Ramón Margalef del IEO, que ha llegado a Vigo tras cuatro meses de trabajos en Canarias.
Gracias a los mapas obtenidos se pudo seguir la evolución del volcán, el cual, en los primeros días de la investigación, tenía un diámetro en la base de 700 metros, una altura de 100 y un cráter de unos 120 metros de ancho. Además, se ha estudiado la naturaleza del agua y se ha asesorado a las autoridades encargadas de la seguridad de población.
Uno de los oceanógrafos participantes en la Campaña Bimbache -que lleva su nombre de los primeros pobladores de la isla y que tuvo un total de 12 fases-, Jesús Rivero, ha explicado que durante la misión -iniciada el 24 de octubre y concluida el pasado lunes-, se dio información que permitía determinar la gravedad en el momento de la erupción, colaborando así a la hora de evaluar el riesgo volcánico.
Además, ha indicado que, el haber podido cartografiar el volcán más joven ha sido "algo muy especial" pues, además, es la primera vez que se hacía en un volcán en erupción. "En este momento, con el desarrollo tecnológico que hay, hemos podido tener información que era impensable años atrás", ha indicado, al tiempo que añadió que no existen precedentes en la flota española ni aguas españolas.
El oceanógrafo ha afirmado que para el IEO posiblemente el de El Hierro sea un acontecimiento "único", dadas las pocas probabilidades de que se vuelva a repetir, para ellos, el nacimiento de un volcán submarino.
Ecolocalización
Sobre las técnicas empleadas para el estudio del volcán, que ahora se encuentra más cerca de la superficie que al principio, si bien todavía está lejos de llegar a ella; ha señalado que se trata de sistemas de "ecolocalización" que funcionan emitiendo un sonido y estudiando el eco que produce -al igual que murciélagos y delfines-.
En todo caso, el científico ha destacado que los datos sirven para la evaluación del riesgo en el momento de la erupción pero no permiten hacer previsiones. Sobre la posibilidad de una nueva erupción, ha manifestad que sería un vulcanólogo quien tendría que evaluarla, si bien ha indicado que en la campaña de estudio se vio que la actividad ha disminuido, que las emisiones de material a la columna de agua son menores y que prácticamente ha desaparecido el ruido de salida de lava, por lo que "parece que el proceso remite".
La nave Ramón Margalef ha realizado estudios de oceanografía física, química, geofísica y biológica. Además de los sistemas de ecolocalización, también está equipada con el robot Liropus 2000, que permite filmar los fondos marinos, medir constantes como temperatura, presión, salinidad, estudiar las corrientes y tomar muestras.
Impacto ambiental
Según ha explicado el jefe de flota del IEO, José Ignacio Díaz, se ha constatado que la actividad de este volcán, que sigue activo, ha tenido un "impacto ambiental importante", si bien ello "era previsible". Así, tras asegurar que la vida que desapareció en la zona del volcán volverá a renacer cuando la actividad volcánica muera.
Los miembros de la expedición explicaron que en algunos momentos se podía sentir en el barco las explosiones submarinas del volcán, si bien destacan que no fue algo que les hiciese "sentir miedo". Asimismo, han apuntado que sí se detectaba en la zona "olor a ácido sulfhídrico", pero han descartado que sea tóxico.