Los escuadrones de invierno han vuelto a invadir España; son las majestuosas grullas, esas grandes y enérgicas aves que invernan por miles en la península huyendo de los fríos del norte europeo.
Sus ya populares formaciones en V las hacen muy fácilmente identificables; y su aleteo vigoroso y sonoro convierten su estancia en uno de los principales atractivos turísticos naturales de España durante los meses de invierno.
Un atractivo que tratan de rentabilizar numerosas empresas que organizan salidas guiadas al campo para disfrutar de este espectáculo natural; un espectáculo que se sucede sobre algunos de los ecosistemas y paisajes más representativos y bellos de la península.
La envergadura de estas aves, que llega a superar el metro de altura, la convierte en una de las más señoriales e imponentes de cuantas sobrevuelan el cielo español.
Cruzan sobre los Pirineos y suelen hacer su primera parada en la popular laguna turolense de Gallocanta, donde ya miles de ellas optan por pasar el invierno.
Pero muchas más continuarán su migración más al sur, hasta las zonas húmedas de Castilla-La Mancha o Extremadura, aunque durante ese largo viaje es habitual contemplarlas en numerosos espacios naturales españoles e incluso atravesando las grandes ciudades.
Invaden y recolonizan cada año cientos de espacios incluidos en la red europea Natura 2000; se alimentan durante el día de semillas, bellotas o insectos, antes de regresar a sus dormideros al anochecer.
El paso de las grullas deja sobre muchas explotaciones agrarias importantes daños que las instituciones públicas tratan de compensar desde hace años.
Un esfuerzo, el de las instituciones públicas y el de los agricultores, por asegurar el desarrollo sostenible; por conseguir que el mantenimiento de la biodiversidad sea compatible con la economía. Ése es precisamente el reto de la red Natura 2000.