El desierto del Sahara es uno de los climas más inhóspitos de la Tierra. Sus áridas mesetas, sus picos rocosos y sus arenas en constante movimiento envuelven una tercera parte del norte de África, que tiene muy poca lluvia, vegetación y vida.
Mientras tanto, del otro lado del océano Atlántico, prospera el bosque lluvioso más grande del mundo. La exuberante y vibrante cuenca amazónica, situada en el noreste de América del Sur, posee una amplia red de inigualable diversidad ecológica.
Entonces, ¿qué tienen en común estos climas aparentemente tan diferentes? Están íntimamente conectados por un río de polvo atmosférico intermitente de casi 17.000 kilómetros (10.000 millas) de longitud.
Cada año, intensos vientos del Sahara envían enormes nubes de polvo en un viaje transatlántico hacia la cuenca del Amazonas.
Este polvo, en gran parte originario del lecho de un antiguo lago en Chad, es rico en fósforo. Cuando llega al bosque lluvioso, los restos de los organismos del Sahara muertos hace mucho tiempo proporcionan nutrientes cruciales para la flora viva del bosque lluvioso. El fósforo, que es esencial para el crecimiento de las plantas, escasea en el Amazonas. El polvo del desierto que se deposita en el bosque cada año ayuda a reducir este déficit.
Investigadores de la NASA estudian este polvoriento vínculo entre el Amazonas y el Sahara con el propósito de entender cómo funciona y cómo puede verse afectado por el cambio climático.
Un nuevo video examina un inverosímil vínculo entre dos continentes.
“Sabemos que el polvo es muy importante en muchos aspectos complejos”, dice Hongbin Yu, un científico atmosférico de la Universidad de Maryland, quien trabaja en el Centro Goddard para Vuelos Espaciales (Goddard Space Flight Center, en idioma inglés), de la NASA, ubicado en Greenbelt, Maryland. “El polvo afecta al clima y, al mismo tiempo, el cambio climático afecta al polvo”.
“Como investigadores”, añade, “nos hacemos dos preguntas básicas: ‘¿Cuánto polvo se transporta? y ¿Cómo afecta el cambio climático a la cantidad de polvo que viaja a través del Atlántico?’”.
Los datos obtenidos mediante el satélite CALIPSO, de la NASA, el cual fue lanzado en el año 2006, pueden proporcionar las respuestas. Por primera vez, CALIPSO ha cuantificado la cantidad de polvo que realiza el viaje transcontinental; y los números son impresionantes: de las 182 millones de toneladas de polvo (o una cantidad equivalente a casi 700.000 camiones) que abandonan el Sahara cada año, 27,7 millones de toneladas, o el 15% del total, se encuentran dispersas en la cuenca del Amazonas.
CALIPSO, que es la sigla en idioma inglés de “Observaciones de nubes y aerosoles mediante los satélites LIDAR y Pathfinder con sensor infrarrojo” (Cloud-Aerosol Lidar and Infrared Pathfinder satellite observation), utiliza un telémetro láser o LIDAR para analizar la atmósfera de la Tierra y conocer de este modo la distribución vertical del polvo y de otros aerosoles. Rastrea de manera regular el penacho de polvo que viaja desde el Sahara hasta el Amazonas.
Una de las cosas que CALIPSO ha revelado es la variabilidad de la conexión, que ha cambiado hasta alcanzar un 86 por ciento entre 2007 y 2011. ¿Por qué? La respuesta podría estar en el Sahel, que es la larga franja de tierras semiáridas ubicadas en la frontera sur del Sahara. Yu y sus colegas han encontrado una conexión posible entre las lluvias en el Sahel y la cantidad de polvo que se desplaza sobre el Atlántico. Cuanto mayor es la lluvia en el Sahel, menor es el volumen de polvo.
Se desconoce la razón exacta de esta correlación, pero Yu tiene algunas ideas. Es posible que el incremento de las lluvias produzca el crecimiento de más vegetación en el Sahel, dejando así menos arena expuesta a los fuertes vientos. Otra posibilidad se concentra en el viento. La cantidad de lluvia se correlaciona con los patrones de viento que pueden barrer polvo del Sahara y del Sahel hacia la atmósfera superior, lo cual constituye básicamente una supercarretera hacia el Amazonas.
Gracias a las observaciones sin precedentes, en tres dimensiones (3D), del polvo atmosférico, las cuales fueron proporcionadas por CALIPSO, los científicos pueden comenzar a crear modelos destinados a predecir cómo el polvo puede tener un impacto sobre el clima en el futuro; y cómo nutre los frondosos bosques de América del Sur en la actualidad.